miércoles, octubre 18, 2023

El escritor indeseable







 

En una de las conferencias de Ricardo Piglia sobre Borges, disponibles en YouTube para quien quiera verlas y escucharlas, el autor de Plata quemada hace una afirmación que es bueno tener en cuenta para establecer la categoría de un escritor. A la hora de aceptar influencias, un autor no elige quién desea “ser”, sino quién no desea “ser”. En otras palabras, amplía el argentino, no puede elegir quién quiere ser, porque si no sería fácil elegir ser Dante o Goethe; lo que sí puede hacer es esquivar a los escritores cuya influencia o ejemplo aborrece, esto sí puede elegirlo el escritor.

Digo lo anterior porque en estos días fue develado el premio Planeta de novela 2023 y el fallo provocó no pocas polémicas en el mundo literario de habla hispana, sobre todo, claro, del de España. ¿De veras ganó la autora que ganó?, es la pregunta que se hicieron muchos. La duda nace de un hecho evidente: la triunfadora, Sonsoles Ónega, es una periodista de televisión del grupo al que pertenece también la editorial Planeta, además de ser familiar de un antiguo mandamás en la misma empresa convocante del certamen. Su narrativa anterior se inscribe en el tipo de literatura de consumo fácil, masivo, así que es al menos sospechoso que su novela haya derrotado a todas las que fueron presentadas al concurso. No pocos críticos señalaron que se trata de un premio otorgado a la medida, es decir, en el que se cuadró el triunfo de la ganadora desde que el certamen fue convocado.

Lo cierto es que, si tomamos en cuenta que se trata de un concurso dotado de un monto económico muy alto (un millón de euros) y la publicación de más de 200 mil ejemplares en la primera tirada, no deja de sorprender que su ganadora no esté en el canon de escritores que uno puede imaginar serios, inalcanzables. Por supuesto que la novela ganadora puede ser una obra maestra, dado el tamaño del reconocimiento que acaba de recibir, pero es casi imposible que esto sea así si fue escrita por quien no ha producido libros anteriores de alto calibre. En la literatura no se dan estos milagros, lo que torna atendibles las dudas que la ganadora ha generado.

Un escritor puede elegir lo que no desea ser, y estoy seguro de que un buen escritor ni siquiera se presentaría a un concurso convocado por la empresa donde trabaja. Eso sería permitir un quemón, cerrarse las puertas del respeto, pasar a la evasiva posteridad como un simple escritor comercial.