sábado, julio 02, 2022

Acierto de López Velarde

 







En 2021, año de su centenario luctuoso, escribí un apunte breve pero sentido, como éste, que miraba con asombro la precocidad de Ramón López Velarde. El virtuosismo literario, y cualquier otro, a corta edad no dejará jamás de pasmarme, y esto quizá se debe a las limitaciones que a mi ya no corta edad encaro a la hora de ejercer mi escritura. ¿Qué debo hacer para que un texto sea eficaz?, me pregunto siempre y de inmediato pienso en la dificultad de la respuesta, una respuesta que al negarse termina cediendo su lugar un poco a la razón y otro poco a la intuición. Al releer a López Velarde quedo boquiabierto porque siento que todo lo razonó/intuyó bien pese a la corta vida que le cupo en suerte. ¿Cómo le hizo? No sé, y todo se lo atribuyo al genio.

Vicente Quirarte se ha preguntado lo mismo y en el ensayo La patria con cuerpo de mujer (Secretaría de Cultura de Coahuila, Saltillo, 2021, 41 pp.) ofrece algunas valiosas respuestas sobre el poema mayor de nuestro zacatecano: La Suave Patria. Es una plaquette valiosa, de descarga gratuita en PDF dentro de la página web de la SEC.

Los 100 años de la muerte [1921] de Ramón López Ve­larde son también los 100 años de la publicación de La Suave Patria en la revista El maestro, dirigida por José Vasconcelos y dedicada, sobre todo, al magisterio”, nos informa Quirarte. Más adelante, destaca que “el mérito de López Ve­larde no fue el de introducir temas y colores locales en su poesía, sino cantar la provincia con la profundidad y la verosimilitud que nadie se había atrevido, mucho menos en una época cuando la cosmopolita era el grito de guerra de todas las escuelas y movimientos”.

Tenía apenas 33 años y, agrega Quirarte, “fue el primero en mirar la su­perficie y las entrañas de la patria. Como antecedentes tenía al tumultuoso Rafael Landívar, los paisajes serenos de Joaquín Arcadio Pagaza, el pincel constructivo y cui­dadoso de Altamirano, la identificación entre naturaleza y emoción en Othón. Pero nadie había hablado de la patria con la desacralización y la irreverencia de López Velarde; nadie la había querido como a una mujer ni le había comprado trajes tan hermosos, de tanta sencillez y tanto lujo; nadie la había tomado por la cintura para decirle al oído lo chula que era”.

Esto es lo que se sentimos al adentrarnos en el poema-insignia del jerezano: una especie de inmediata intimidad (valga el epíteto) en la convivencia con la patria, la extraña sensación de que asistimos a un homenaje sin grandilocuencia, ajeno a demagogias patrioteras, a la vez mayúsculo y cercano, más concreto que intangible; no es, por esto, un poema escrito para el aspaviento declamatorio al que muchos lo han orillado.

Venturosamente y con sus propias armas, “La Suave Patria ha combatido durante un siglo en contra de declamadores empeñados en cantar un poema concebido para decirse”, remata el ensayo de Quirarte.