sábado, julio 16, 2022

El unicornio de Eslava Galán

 











En treinta y tantos años he leído cinco libros, los que he podido conseguir por acá, de Juan Eslava Galán (Arjona, Jaén, 1948). Sobre algunos he escrito dos o tres palabras siempre elogiosas, pues el andaluz es un autor con la cabeza muy bien amueblada, de esos que difícilmente cometen un libro baldío. Supe de él a finales de los ochenta, cuando gracias a la prensa se difundió su nombre como ganador del Premio Planeta 1987. La novela reconocida fue En busca del unicornio (Planeta, México, 1989, 280 pp.), que pasados algunos meses pude conseguir en Torreón. Inmediatamente la leí y quedé aturdido, tanto que desde aquellos años intuí que en otro momento emprendería su relectura. Otros libros del mismo autor se atravesaron, pero cumplí con la promesa del regreso y recién volví a sus páginas.

Tenía, claro, el temor habitual que produce toda vuelta. Sentía que En busca del unicornio podía parecerme no la maravilla de novela que leí en la declinación de los ochenta, cuando yo ya me acercaba a los treinta años y mi juicio era mucho más verde que el actual, pero afortunadamente me equivoqué. Lejos de percibir que me defraudaba, la primera relectura fue una revelación. Hace poco escribí esto (que no es una digresión) en mis redes sociales: “La novia de Odessa es el último libro que me ha hecho tener ‘sueños de escritura’. Llamo así a los sueños, casi pesadillas, en los que en lugar de soñar con imágenes confusas, como soñar se suele, sueño con la escritura de textos en los que se siente el eco irremediable de un estilo, en este caso el de Edgardo Cozarinsky. Es el mejor libro de cuentos que leí el año pasado y seguramente uno de los mejores que leeré hasta que apague los ojos”. Pues bien, con el regreso a la novela de Eslava Galán me pasó lo mismo: en los días de la relectura atravesé varias madrugadas con el eco de su prosa, como un hechizo que se prolongó más allá del libro e invadió los territorios de mi subconsciente.

En busca del unicornio es la novela de un viaje, el encabezado por Juan de Olid, su protagonista, quien en el siglo XV recibe la secreta encomienda de buscar un unicornio en el África ignota. ¿Para qué? Pues para socorrer al rey Enrique IV, también conocido como el Impotente. Según el parecer de la ciencia todavía demasiado incierta de la época, se pensaba que el cuerno del unicornio, preparado por algún boticario experto, tenía la capacidad de revigorizar cualquier miembro reacio al intercambio venéreo. Era, por ello, una especie de Viagra medieval.

Juan de Olid es entonces elegido para capitanear una expedición hasta muy entrada la geografía africana, espacio totalmente desconocido para el europeo de entonces. Así, su contingente sale del centro de España y termina, ya disminuido, hasta las lejanísimas costas del suroriente de África, allá por rumbos cercanos a Madagascar. En medio de tal recorrido se topan con mil sobresaltos, con los moros y su gran desierto, primero, y después con decenas de tribus negras, unas muy hostiles, otras no tanto.

Lo maravilloso, sin que el buen tratamiento de la anécdota se diluya, sin que todo el libro oscile del humor al dramatismo, es el estilo. Eslava Galán propone un tono de escritura que en efecto parece del siglo XV. Además, lo impregna de la mentalidad propia de un soldado, De Olid, pleno en su cosmovisión católica y española, con virtudes y flaquezas totalmente verosímiles.

Por el tema, por el estilo, por la reconstrucción fiel de la mentalidad española todavía medieval, En busca del unicornio es una novela que he amado tanto que ya me prometí leerla por tercera vez. Lo merece.