miércoles, julio 13, 2022

Viejo recuerdo de LEA

 










El sábado por la mañana llegué al desayuno con Saúl Rosales y un poco después de saludarnos y hacer el pedido de las gorditas para la ocasión me soltó una frase como quien deja caer una roca sobre la mesa: “¿Supiste que murió Echeverría?”. Lo primero que me vino a la mente fue una visión fugaz de mi infancia.

El recuerdo es vago, pero sobrevive a mi olvido si es que no fue un sueño. En 1970 o 71 yo estaba en el jardín de niños Pdte. López Mateos, de la colonia Santa Rosa de Gómez Palacio, Durango, México, cuando la maestra nos dijo que pronto veríamos al presidente. Se refería a Luis Echeverría Álvarez, quien recién había asumido el Poder Ejecutivo del país. Quizá miento y apenas estaba en campaña, lo que en aquellos tiempos equivalía, tal cual, a ser ya el presidente de facto. El caso es que, recuerdo, todos mis compañeros de salón y yo fuimos acomodados en un fragmento de la avenida Victoria, en Gómez Palacio, junto a otros muchos niños de otras escuelas acomodados como nosotros, al lado de la carretera y con banderitas de México en las manos. La medición del tiempo no existe a esa edad, pero supongo que esperamos buen rato bajo el sol con la expectativa puesta en el suceso que estábamos a punto de vivir. Pasaron varios minutos hasta que una ola de emoción cuajó en gritos (“¡Ya viene, ya viene!”) porque allá, en el sur de la avenida Victoria, se veía avanzar un camión de pasajeros que pocos minutos después pasó al lado del lugar que yo ocupaba en la rectilínea muchedumbre de niños. De una ventanilla asomaba, saludando, sonriente, un señor pelón, de lentes y camisa blanca, seguramente guayabera. Como una década después, ya en la prepa, comencé a enterarme de que aquel señor había tenido mucho que ver con la matanza de Tlatelolco y con el llamado Halconazo del 71, además de la Guerra Sucia contra los movimientos radicales y no tan radicales del país. Desde entonces soñé con algún juicio por crímenes de lesa humanidad o algo así, pero jamás ocurrió nada contra él, quien prolongó su ominosa vida hasta poco más de cien años. Y un hecho curioso: ayer viernes por la noche fui a una cena con compañeros y compañeras de la Ibero Torreón. En algún momento de la conversación y por un capricho de los muchos que tiene cualquier diálogo informal, algo dije sobre la impunidad de LAE. Sin que yo lo supiera, supongo que dije eso cuando el expresidente estaba llegando ya a las puertas del infierno, impune.