En 1986 concluí la carrera profesional y comenzó mi
trajinar laboral. Mientras me acomodaba en alguna chamba, la que fuera, me
ocupaba ya muy en serio en leer todo lo posible y en borronear mis primeras
cuartillas seudoliterarias. Al mismo tiempo, como ocupación periférica pero
importante, militaba en lo poquito que quedaba del Partido Mexicano de los
Trabajadores. Un año después, el PMT y el Partido Socialista Unificado de
México se fusionaron y dieron origen al Partido Mexicano Socialista. Cerca
estaba la elección federal del 88, y el PMS propuso como candidato al ingeniero
Heberto Castillo Martínez, quien arrancó su campaña por toda la República.
En Torreón abracé con entusiasmo el trabajo político para
el partido. Hice pintas en bardas, participé en mítines, repartí el periódico
partidista y asistí a juntas maratónicas de organización y debate. Como había
estudiado comunicación y tenía una cámara fotográfica más o menos profesional,
la Pentax K1000, apoquiné servicios en algo que podemos llamar,
aproximadamente, “área de información”, de modo que escribí boletines mal redactados
y tomé fotos no tan deficientes. En algún fin de semana del 87 a punto de
terminar, la dirigencia nacional avisó que nuestro candidato vendría de gira a
La Laguna. No recuerdo con precisión cuándo vino, pero el hecho fue que, en
efecto, los militantes laguneros recibimos al ingeniero Castillo y lo placeamos
por diferentes rumbos de la región. Recuerdo particularmente un recorrido por
la colonia FOCE, de Gómez Palacio, y una visita al ejido La Mina, donde comimos
sopa y asado de puerco, como reliquia.
No había mucho dinero para nada, así que cuidaba con
exagerado celo cada disparo de mi cámara fotográfica. Gasté todo el único rollo
de la gira en imágenes del candidato, y hoy lamento no haberme tomado una sola
fotito con él. Sabía para entonces quién era Heberto Castillo, pero me faltaba
información para ponderar mejor su valía como político e intelectual, como
hombre de lucha a esas alturas ya muy curtido frente a la adversidad de un
régimen muy duro de roer, como lo dejó claro, entre otros, en Libertad bajo protesta, libro del 73
editado, vale añadir, por el lagunero Rogelio Villarreal Huerta.
Heberto Castillo Martínez, el inmenso Heberto, murió el 5 de abril del 97, hace 25 años.