miércoles, abril 27, 2022

Estar de paso: un viaje con relámpagos












Al arrancar los trabajos implicados en la edición de Estar de paso (Iberia Editorial, Torreón, 2022, 62 pp.), primer poemario de Alfredo Castro Muñoz (Torreón, 1998), lo primero que propuse fue considerar la posibilidad de cambiar el título. Se llamaba no recuerdo cómo, y cuando Alfredo aceptó y sugirió permutarlo por Estar de paso, de inmediato sentí que el joven poeta no sólo había dado con un excelente título, sino con una definición, por qué no decirlo así, de la vida, de todo lo que hacemos en la vida.

Mirada en su sentido esencial, en efecto, la vida y todos los objetos y afanes que la circundan son eso: un permanente estar de paso. Estamos de paso nosotros como individuos, están de paso las personas que nos aman, las que nos odian, están de paso los objetos que vemos y tocamos, las ideas que nos enfervorizan y las que nos tienen sin cuidado, están de paso los muertos —dado que tarde o temprano los olvidamos— y está de paso todo. Hasta las pirámides están de paso, pues, como lo sintió Quevedo al mirar los muros de la patria suya, la realidad en pleno es recordatorio inagotable de transitoriedad y término.

 

Miré los muros de la patria mía,
si un tiempo fuertes ya desmoronados

de la carrera de la edad cansados,
por quien caduca ya su valentía.

(…)

Vencida de la edad sentí mi espada,
y no hallé cosa en que poner los ojos
que no fuese recuerdo de la muerte.

 

Estar de paso es entonces un viaje por la idea del viaje y sus implicaciones. Aquí, Alfredo Castro se apersona con poemas que materializan desde ya un piso firme para su futuro de escritor. Si estos son los versos que pudo urdir a los 23 años, no es difícil estimar que su poesía seguirá el camino de la hondura y la belleza mostradas desde esta, su primera radicación en las páginas de un libro.

Alfredo Castro Muñoz (Torreón, Coahuila, 1998) es egresado en Ciencias de la Comunicación con especialidad en Periodismo por la Universidad Autónoma de Coahuila. Su poesía ha aparecido en distintos medios físicos y digitales como la revista Acequias, de la Ibero Torreón, y Estepa del Nazas, del Teatro Isauro Martínez, así como en los portales Red es Poder y Bitácora de vuelos. Ha publicado reseñas y artículos para la revista Siglo Nuevo. Actualmente es docente en materias de humanidades para bachillerato. Desde hace seis y tres años, respectivamente, participa en los talleres literarios del Teatro Isauro Martínez y de la UAdeC.

  Maestro de Alfredo, el poeta lagunero Marco Antonio Jiménez Gómez del Campo ha señalado en la página liminar de libro que el autor “nos transparenta el misterio humano con admirable dominio poético. Ante la incertidumbre y la bella ambigüedad del mundo, nos invita a Estar de paso: un viaje sagrado que atraviesa falsas fronteras y todo lo armoniza y lo disuelve, lo reinventa con la pasión del sorprendido, del cautivo en sí mismo y en tránsito perpetuo. (…) Estamos ante un libro deslumbrante de un poeta joven en plena fulminación de las certezas, en plena restauración del lenguaje para intensificar la vida. Estar de paso nos invita a habitar de maneras más íntimas y sensibles el vértigo y la contemplación de nuestra época”.

Luego de este boceto, Estar de paso ofrece tres estancias, cada cual con su lote de poemas: “Salida [No me preguntes dónde vamos]”, Primera parada [Sólo pasa que estamos lejos]” y “Destino [Este reflejo es una calle]”, con 12, 10 y 20 piezas, respectivamente, todas innominadas. Por las tres deambula una mirada que observa con asombro, abiertos los ojos para afuera y para adentro, y esculca en los recovecos del espíritu hasta los cuales se filtra la realidad. No hay certezas en el paso por la vida, todo es pálpito, fugacidad, vislumbre que nunca cuaja en verdades absolutas y, al contrario, es siempre una corazonada incierta, movediza. Todos los poemas han sido despojados de retórica, enunciados más con silencios que con palabras, como este de la página 32:

 

desde los ojos de la mesera

el muchacho hace bola
una servilleta
tiene la forma del mundo
y está jugando con ella

 

hace unas horas
el mundo había hecho bolas
al muchacho
y se puso a jugar con él

 

Es posible apreciar aquí la eficacia de la omisión de datos que nosotros podemos añadir: no es necesario decir que la mesera ve abatimiento ni a qué puede deberse la situación del muchacho; la servilleta hecha bola, una bola que parece el mundo, sirve a su vez, sin nexo, para pasar por simetría a otra situación: la del mundo que hace bolas al muchacho cuya postura irradia desaliento.

En otro poema, en otros poemas, cualquier detalle detona la perplejidad. Por ejemplo, en este de la página 44:

 

un pedazo de hueso en la banqueta

que alguna vez fue perro o fue buey

 

alguna vez no estuvo a la suerte
de las hormigas ni del asfalto

 

un tuétano que saltó del caldo

 

la prueba de que alguien
o algo

estuvo aquí

 

de

 

pie

 

No es recomendable la explicación del poema, pues en sentido estricto, en sentido lógico, no la tiene. Se trata nada más de una visión en la que detrás se agazapan la perplejidad y la pesadumbre: un hueso cualquiera tirado en la calle es un aviso de lo que somos, o más bien de lo que seremos y de lo que será lo que nos rodea. Hasta las pirámides, como ya dije, alguna vez terminarán en el puro hueso. Los poemas de Alfredo Castro son pues breves, elípticos, pero se adensan en nuestro interior porque en todos laten intuiciones esenciales sobre el tiempo, sobre dios, sobre el titubeante amor, sobre la inestabilidad y la finitud de todo lo visible y lo invisible.

Estar de paso es un libro que contiene relámpagos, luces que iluminan un instante aquello con lo que vamos tropezando en este viaje, en este raro viaje denominado habitualmente como vida.

Comarca Lagunera, 23, febrero y 2022

Texto leído el 23 de febrero de 2022 en la presentación de Estar de paso celebrada en el Teatro Alfonso Garibay, de Torreón. Participamos Sergio Rojas, el autor y yo.