Al arrancar los trabajos implicados en la edición de Estar de paso (Iberia Editorial,
Torreón, 2022, 62 pp.), primer poemario de Alfredo Castro Muñoz (Torreón, 1998),
lo primero que propuse fue considerar la posibilidad de cambiar el título. Se
llamaba no recuerdo cómo, y cuando Alfredo aceptó y sugirió permutarlo por Estar de paso, de inmediato sentí que el
joven poeta no sólo había dado con un excelente título, sino con una
definición, por qué no decirlo así, de la vida, de todo lo que hacemos en la
vida.
Mirada en su sentido esencial, en efecto, la vida y todos
los objetos y afanes que la circundan son eso: un permanente estar de paso.
Estamos de paso nosotros como individuos, están de paso las personas que nos
aman, las que nos odian, están de paso los objetos que vemos y tocamos, las
ideas que nos enfervorizan y las que nos tienen sin cuidado, están de paso los
muertos —dado que tarde o temprano los olvidamos— y está de paso todo. Hasta
las pirámides están de paso, pues, como lo sintió Quevedo al mirar los muros de
la patria suya, la realidad en pleno es recordatorio inagotable de
transitoriedad y término.
Miré los muros de la
patria mía,
si un tiempo fuertes ya desmoronados
de la
carrera de la edad cansados,
por quien caduca ya su valentía.
(…)
Vencida de la edad
sentí mi espada,
y no hallé cosa en que poner los ojos
que no fuese recuerdo de la muerte.
Estar de paso es entonces un
viaje por la idea del viaje y sus implicaciones. Aquí, Alfredo Castro se
apersona con poemas que materializan desde ya un piso firme para su futuro de
escritor. Si estos son los versos que pudo urdir a los 23 años, no es difícil
estimar que su poesía seguirá el camino de la hondura y la belleza mostradas
desde esta, su primera radicación en las páginas de un libro.
Alfredo Castro
Muñoz
(Torreón, Coahuila, 1998) es egresado en Ciencias de la Comunicación con
especialidad en Periodismo por la Universidad Autónoma de Coahuila. Su poesía
ha aparecido en distintos medios físicos y digitales como la revista Acequias,
de la Ibero Torreón, y Estepa del Nazas, del Teatro Isauro Martínez, así
como en los portales Red es Poder y Bitácora de vuelos. Ha
publicado reseñas y artículos para la revista Siglo Nuevo. Actualmente
es docente en materias de humanidades para bachillerato. Desde hace seis y tres
años, respectivamente, participa en los talleres literarios del Teatro Isauro
Martínez y de la UAdeC.
Maestro de
Alfredo, el poeta lagunero Marco Antonio Jiménez Gómez del Campo ha señalado en la página liminar
de libro que el autor “nos
transparenta el misterio humano con admirable dominio poético. Ante la
incertidumbre y la bella ambigüedad del mundo, nos invita a Estar de paso: un viaje sagrado que atraviesa falsas fronteras y todo lo armoniza y
lo disuelve, lo reinventa con la pasión del sorprendido, del cautivo en sí
mismo y en tránsito perpetuo. (…) Estamos ante
un libro deslumbrante de un poeta joven en plena fulminación de las certezas,
en plena restauración del lenguaje para intensificar la vida. Estar de paso nos invita a habitar de maneras más
íntimas y sensibles el vértigo y la contemplación de nuestra época”.
Luego de este boceto, Estar
de paso ofrece tres estancias, cada cual con su lote de poemas: “Salida [No
me preguntes dónde vamos]”, Primera parada [Sólo pasa que estamos lejos]” y
“Destino [Este reflejo es una calle]”, con 12, 10 y 20 piezas, respectivamente,
todas innominadas. Por las tres deambula una mirada que observa con asombro,
abiertos los ojos para afuera y para adentro, y esculca en los recovecos del
espíritu hasta los cuales se filtra la realidad. No hay certezas en el paso por
la vida, todo es pálpito, fugacidad, vislumbre que nunca cuaja en verdades
absolutas y, al contrario, es siempre una corazonada incierta, movediza. Todos
los poemas han sido despojados de retórica, enunciados más con silencios que
con palabras, como este de la página 32:
desde los ojos
de la mesera
el muchacho hace bola
una servilleta
tiene la forma del mundo
y está jugando con ella
hace unas horas
el mundo había hecho bolas
al muchacho
y se puso a jugar con él
Es posible apreciar aquí la eficacia de la omisión de
datos que nosotros podemos añadir: no es necesario decir que la mesera ve
abatimiento ni a qué puede deberse la situación del muchacho; la servilleta
hecha bola, una bola que parece el mundo, sirve a su vez, sin nexo, para pasar por
simetría a otra situación: la del mundo que hace bolas al muchacho cuya postura
irradia desaliento.
En otro poema, en otros poemas, cualquier detalle detona
la perplejidad. Por ejemplo, en este de la página 44:
un pedazo de
hueso en la banqueta
que alguna vez fue perro o fue buey
alguna vez no estuvo a la suerte
de las hormigas ni del asfalto
un tuétano que saltó del caldo
la prueba de que alguien
o algo
estuvo aquí
de
pie
No es recomendable la explicación del poema, pues en
sentido estricto, en sentido lógico, no la tiene. Se trata nada más de una
visión en la que detrás se agazapan la perplejidad y la pesadumbre: un hueso
cualquiera tirado en la calle es un aviso de lo que somos, o más bien de lo que
seremos y de lo que será lo que nos rodea. Hasta las pirámides, como ya dije,
alguna vez terminarán en el puro hueso. Los poemas de Alfredo Castro son pues
breves, elípticos, pero se adensan en nuestro interior porque en todos laten intuiciones
esenciales sobre el tiempo, sobre dios, sobre el titubeante amor, sobre la inestabilidad
y la finitud de todo lo visible y lo invisible.
Estar de paso es un libro que
contiene relámpagos, luces que iluminan un instante aquello con lo que vamos tropezando
en este viaje, en este raro viaje denominado habitualmente como vida.
Comarca Lagunera, 23, febrero y 2022
Texto leído el 23 de febrero de 2022 en la presentación de Estar de paso celebrada en el Teatro Alfonso Garibay, de Torreón. Participamos
Sergio Rojas, el autor y yo.