Como
si fuera adrede, pero no, guardé el libro Cuando
creí morir, de Alfonso Reyes, para un momento apropiado que llegó, obvio en
mi caso, con una lumbalgia. Por su impecable presentación, suponía que se
trataba de un trabajo con alto valor, de una obra digna de los aniversarios que
la motivaron: el 130 del nacimiento y el 60 de la muerte del ensayista
regiomontano. Fue publicada pues en 2019 por la UANL y el Fondo Editorial de
Nuevo León, y contiene tres apuntes escritos por Reyes luego de los infartos
que a la postre segarían su vida.
El
título es elocuente: en efecto, Reyes creyó morir varias veces. La primera en
1944, la segunda y la tercera en 1947, y la cuarta, su peor experiencia, en 1951.
Fueron “los cuatro avisos”, golpes al corazón que por lapsos lo forzaron a
suspender todas sus actividades y vivir horizontalmente sometido a delicados
tratamientos de recuperación en los que vislumbró las fronteras del más allá.
Al final de cada aviso, como era su costumbre, Reyes hizo un examen de lo
sucedido y lo transformó en escritura.
Los
párrafos dedicados a la cercanía de la muerte no son sombríos, como podría
suponerse. Antes bien, son en todo momento serenos y reflexivos, y en ellos es
posible notar, incluso, el tono alegre que en general tienen las páginas del polígrafo
cuando bucea en su memoria. El feo rostro de la muerte no doblega su ánimo ni
convierte al escritor en un ser desengañado y amargo, como suele suceder cuando
algún quebranto físico nos agarra por sorpresa. Reyes se mantiene de una pieza
y aprovecha los puyazos para exhibir su mejor casta, la cabeza y el corazón
dispuestos a celebrar y aprovechar las nuevas oportunidades de vida que la
medicina le ha otorgado.
Como
sabemos, Reyes murió en diciembre de 1959, de ahí que la ciencia le haya dado
una década fundamental para concluir muchos proyectos que quizá de otra manera no
tendríamos hoy a la mano, redondos, como él los dejó. Fue esa década ganada a
la muerte, de hecho, la que aprovechó mejor para ordenar papeles y dar cuerpo a
la publicación de sus obras completas, proyecto que por y desde aquellos años abrazó el
FCE. Mirada desde otro ángulo, la advertencia de los infartos trajo un
beneficio al trabajo alfonsino: tras las fintas de la muerte, el autor de El deslinde hizo un alto que luego lo movió
a laborar con urgencia, sin pausa, más que antes, en cada uno de sus libros,
sabedor de que la gradual y rigurosa estructuración de sus obras completas
sería, en cada tomo, la última oportunidad que tendría para meter mano a las
cuartillas.
Cuando creí morir
está estructurado en tres momentos, como una pieza musical: “Andantino”,
“Maestoso”, “Rubato”. Como señalé al principio, es una edición de lujo,
finamente encuadernada y con hermosas ilustraciones a color de Mario Rosales.
Contiene además un prólogo del poeta José Javier Villarreal y unas palabras
institucionales de bienvenida al lector. Es un gran libro.