Pese
a la reclusión forzada por el Covid-19 no cesan las necesidades cotidianas,
esas pequeñas y grandes miserias que de no resolverse transforman la vida en un
calvario. Porque vivir, así sea austeramente como la vida que procuro para mí,
implica un sinnúmero de urgencias frecuentes, reiteradas y molestas, un rosario
ininterrumpido de dependencias. Ya alguna vez, hace mucho, creo haber escrito y
publicado unas palabras de gratitud a personas que, remuneradas o no, me
socorrían con frecuencia. Ahora, en la circunstancia del encierro, asombra que
no dejen de florecer los problemas y su demanda de inmediata solución, como si
la inmovilidad no sirviera para aplacar un poco la emergencia de necesidades.
Agradezco,
en primer lugar, a mis hermanos, pues apenas les planteo un lío cuando ya lo
están desenredando: Rogelito y su permanente asesoría en todología técnica; Ana
y sus soluciones médicas siempre eficaces; Humberto y su apoyo en mecánica y
carpintería; Idalia y Luis que siempre están allí, listos para echar la mano en
lo que sea. Qué suerte, de veras, tener hermanos que no se rajan.
Y
fuera del entorno familiar, es una tranquilidad tener la nave en buen estado, y
por esto confío en la experiencia de Gabriel y su taller mecánico. Hasta la
fecha, reparación que hace, reparación que queda bien, siempre con absoluta
servicialidad y buen precio.
Y
en materia de asesoría fiscal, siempre necesaria en la impenetrable selva de lo
tributario, Claudia no me deja tirado, sino que vela para que todo corra en
orden y apegado a la legalidad. Igualmente, cuando se hace necesario el dibujo
jurídico de algún trámite en puerta, Alfredo y Pepe no dudan en aclararme el
panorama. Y en otro ámbito, el de la atención médica directa, Cháirez (poeta
además) siempre mete el hombro por mí.
Si
de aire acondicionado se trata, dos amigos me auxilian sin reparo: Beto y José
Luis, ambos expertos en anular la asfixia provocada por la torridez de nuestra región.
Y en obra civil, es decir en construcción y remozamiento habitacional, además
de sistema eléctrico, mi tocayo Jaime sale al quite.
E
igual, listos para lo que sea, están Chuy y Tito, amigos amigos de verdad, como
dice una canción. O Adolfo, puestazo para echar músculo si se requiere. Y ya no
me alcanza el espacio para agradecer a todas las personas que me ayudan. Yo
tengo la posibilidad (el privilegio) de decir gracias en un espacio de prensa,
éste, pero sé que cualquiera recibe ayuda y apoyo, pagado o no, y es justo que
todos, cada quién a su cada cual, exprese gratitud. La vida es una larga cadena
de molestias. Muchas de ellas dejan de serlo gracias a las manos que se tienden
expertas y generosas.