Hay dos caminos para comer muy mal:
por exceso de recursos o por falta de. En el primer caso, cuando la plata sobra
es posible que se incurra en desórdenes alimenticios vinculados sobre todo con
la superabundancia de productos a merced de las mandíbulas. Es de alguna
manera, a escala macro, lo que pasa en la obsesa sociedad norteamericana,
precisamente obesa porque come mucho y mal, sin control. La segunda forma de
comer mal es la cara B del fenómeno: muchas personas, familias enteras se
alimentan mal, muy mal, porque no tienen recursos para procurarse comida
adecuada, comen lo más barato y de baja calidad, y esto casi equivale a decir
que comen lo que sea.
En México es más común, claro, la
segunda vertiente: comer mal por falta de recursos. Si el salario mínimo
mexicano para 2018 es de 88.36 pesos diarios, lo lógico es pensar que lo
básico, comer, será cubierto precariamente. Dado que una familia de cuatro
miembros no puede vivir con esa cantidad, es de suponer que se requiere mayor
ingreso. Supongamos pues que el padre se dobletea de chamba (agarra “liebres”)
o la mujer y los hijos salen también de casa en busca de dinero. Supongamos
entonces que a diario pueden ingresar entre 150 y 200 pesos. Son casi dos
salarios mínimos o poco más, así que en términos ideales eso debería alcanzar
para cubrir la canasta básica.
Pero sigamos suponiendo. Si el
pasaje del camión, en Torreón, cuesta 11 pesos por viaje, a los hipotéticos 200
pesos hay que restar 22, o 44 si son dos los usuarios. Quedan 182/156. Al
ingreso hay que restar los servicios mensuales: gas, agua, electricidad, lo
que, prorrateado durante el mes en cálculos muy conservadores, dejaría el
ingreso diario en 100 pesos. Eso es lo que queda para comer, y al margen se
colocan el vestido (resuelto con trapos de segunda), la salud (con servicio
público si lo hay), el esparcimiento (con tele), la cultura (con nada).
Con 100 pesos al día es pues milagroso
que coman cuatro. La carne de res molida, digamos, cuesta a 100 pesos el kilo,
de manera que queda excluida en la dieta diaria. A lo mucho, se puede comprar
cada tanto un cuarto de molida de baja calidad a 30 pesos, y debe ser preparada
con muchas papas para que rinda. En la cantidad de dinero disponible cabe también
un kilo de frijol (en promedio 20 pesos), un kilo de arroz (en promedio 20
pesos), un kilo o kilo y medio de tortillas (15 pesos el kilo), una Coca Cola
de dos litros (25 pesos), un cuarto de chile serrano para la salsa (2.50 pesos).
A esto hay que sumar otros insumos de compra más espaciada, como el aceite (25
pesos el litro más económico), los cubitos de consomé (12 pesos seis cubos), la
sal (10 pesos un kilo).
Como podrá notarse, los 100 pesos
disponibles para comer apenas ajustan para malcomer tres veces al día. En este
caso debemos prescindir de carnes, lácteos, cereales, frutas y otras delicias suntuarias.
Remarco aquí que los productos alcanzables con el presupuesto mencionado tienen
que ser necesariamente los de más bajo precio y, por ello, de menor calidad. A
diario, mucho frijol, mucho arroz, mucha tortilla, mucho chile, mucha Coca Cola
y mucho aceite barato son las bases de una dieta que desafía al salario mínimo.
Con 100 pesos es asombrosamente posible —a costa de una monotonía atroz y daños
irreversibles a la salud— seguir en pie para conseguir los 100 pesos del día siguiente.