miércoles, julio 11, 2018

Querencia de Dolina




















Hace tres años fui invitado a colaborar con un breve texto en el libro conmemorativo del programa de radio La venganza será terrible conducido por Alejandro Dolina. Mi texto fue incluido y el libro circula desde el año pasado. El libro lleva como título, no podría ser de otra manera, La venganza será terrible. 30 años (Planeta Argentina, Buenos Aires, 496 pp.). Comparto la opinión que ofrecí y aparece en la página 418:

Nací y vivo en el norte de México y descubrí a Dolina en 2002 o 2003, cuando al vagabundear por la red me topé con algunas piezas de Crónicas del Ángel Gris. Fue un amor a primera lectura, un flechazo implacable a la mente y el corazón. Al indagar sobre el autor de aquellos textos supe que hacia 1944 había nacido en Baigorrita, en el partido de General Viamonte y todo eso que al final no dice nada o dice muy poco, pues Dolina jamás cabrá entero en la helada descripción de una solapa. Descubrí, sí, un dato interesante: para esos años ya tenía cerca de veinte como conductor de La venganza será terrible, así que busqué su voz. No había radio en vivo por internet, o la señal era pésima, pero gracias a no recuerdo qué sitio web encontré fragmentos del programa. El impacto fue poderoso: el tal Dolina improvisaba en La venganza con una mezcla hipnótica de erudición, humor, desenfado, compromiso con la inteligencia, fe en el arte y lujo verbal que de inmediato me provocó un debate íntimo: ¿a quién iba a preferir? ¿Al Dolina que escribía? ¿Al que hablaba en la radio? ¿Al que cantaba tangos? Resolví salomónicamente: preferiría a los tres.
Así, en mi segundo viaje a Buenos Aires caminé decidido por Corrientes hasta encontrar sus libros. Hallé dos, uno de ellos Bar del infierno, recién publicado. Fue el primero que leí completo, y recuerdo que en unas vacaciones de navidad escribí en El Paso, Texas, la elogiosa reseña que publiqué en mi columna mexicana. No sé cómo, Álex, hijo de Dolina, dio con ella en la red, la compartió con su padre y recibió de él la encomienda de enviarme un agradecimiento vía mail. Lo demás es una historia que ya he contado en otros espacios: he ido un par de veces a la emisión en vivo de La venganza, sigo oyendo el programa cada vez que puedo, he tomado café con Dolina en Baires y sé que gozo —y lo presumo— de su bienvenido afecto.
Ahora bien, entre las muchas que tiene, ¿cuál es la mayor virtud del poliédrico Dolina? No temo equivocarme al afirmar que es esto: el enfoque. Cualquiera que sea el tema, cualquiera que sea el desafío intelectual, el Negro sabe encararlo desde una vereda distinta a la que transita la mayoría. En esa terca originalidad de su mirada se basa la querencia de los miles que lo admiramos y el ya largo éxito de La venganza y de sus libros.

Comarca Lagunera, México, 15, agosto y 2015