Hace tres años fui invitado a colaborar con un breve texto en el libro conmemorativo del programa de radio La venganza será terrible conducido por Alejandro Dolina. Mi texto fue incluido y el libro circula desde el año pasado. El libro lleva como título, no podría ser de otra manera, La venganza será terrible. 30 años (Planeta Argentina, Buenos Aires, 496 pp.). Comparto la opinión que ofrecí y aparece en la página 418:
Nací
y vivo en el norte de México y descubrí a Dolina en 2002 o 2003, cuando al
vagabundear por la red me topé con algunas piezas de Crónicas del Ángel Gris. Fue un amor a primera lectura, un flechazo
implacable a la mente y el corazón. Al indagar sobre el autor de aquellos
textos supe que hacia 1944 había nacido en Baigorrita, en el partido de General
Viamonte y todo eso que al final no dice nada o dice muy poco, pues Dolina jamás
cabrá entero en la helada descripción de una solapa. Descubrí, sí, un dato
interesante: para esos años ya tenía cerca de veinte como conductor de La venganza será terrible, así que
busqué su voz. No había radio en vivo por internet, o la señal era pésima, pero
gracias a no recuerdo qué sitio web encontré fragmentos del programa. El
impacto fue poderoso: el tal Dolina improvisaba en La venganza con una mezcla hipnótica de erudición, humor,
desenfado, compromiso con la inteligencia, fe en el arte y lujo verbal que de
inmediato me provocó un debate íntimo: ¿a quién iba a preferir? ¿Al Dolina que
escribía? ¿Al que hablaba en la radio? ¿Al que cantaba tangos? Resolví
salomónicamente: preferiría a los tres.
Así,
en mi segundo viaje a Buenos Aires caminé decidido por Corrientes hasta
encontrar sus libros. Hallé dos, uno de ellos Bar del infierno, recién publicado. Fue el primero que leí completo,
y recuerdo que en unas vacaciones de navidad escribí en El Paso, Texas, la
elogiosa reseña que publiqué en mi columna mexicana. No sé cómo, Álex, hijo de
Dolina, dio con ella en la red, la compartió con su padre y recibió de él la
encomienda de enviarme un agradecimiento vía mail. Lo demás es una historia que
ya he contado en otros espacios: he ido un par de veces a la emisión en vivo de
La venganza, sigo oyendo el programa cada
vez que puedo, he tomado café con Dolina en Baires y sé que gozo —y lo presumo—
de su bienvenido afecto.
Ahora
bien, entre las muchas que tiene, ¿cuál es la mayor virtud del poliédrico Dolina?
No temo equivocarme al afirmar que es esto: el enfoque. Cualquiera que sea el
tema, cualquiera que sea el desafío intelectual, el Negro sabe encararlo desde
una vereda distinta a la que transita la mayoría. En esa terca originalidad de
su mirada se basa la querencia de los miles que lo admiramos y el ya largo
éxito de La venganza y de sus libros.
Comarca Lagunera, México,
15, agosto y 2015