La
pregunta es parte ya de las ideas básicas en la cultura occidental: si quedaras
atrapado en una isla desierta, ¿qué libro quisieras tener a la mano? Las
respuestas también son más o menos obvias: necesitamos un libro gordo, algo que
alcance para dos o tres meses, o más, de lectura lenta y, por su misma
voluminosidad, que permita infatigables relecturas. Por eso son la Biblia o el
Quijote los libros más socorridos por los hipotéticos náufragos, aunque también
podrían serlo obras de similar pelo, amplias y con letra chiquita.
Algunos
periodistas, no conformes con saber el título de un solo libro, han decidido
preguntar por tres. Hasta Peña Nieto intentó, ya sabemos que infructuosamente,
hallar en su ágrafa cabeza los tres títulos de su preferencia, así que la
enumeración parece más difícil. No lo es, sin embargo. Para un buen lector a
secas, y más para un lector voraz, tres libros equivalen a nada, así que puede
mencionarlos de un jalón: tal, tal y tal. Punto.
Ese
mismo lector puede, como los interrogados por El País en la sección “Librotea, el recomendador de libros”, formar
una lista con diez que algún otro medio puede ampliar, si gusta, a veinte. Creo
que para acercarnos a la justicia sería pertinente que un periódico o una
revista permitieran a los lectores consumados hacer una lista de cien libros
favoritos. Cien es, creo, un número adecuado, pero ya sé que eso resultaría
ingrato: serían muchas páginas con títulos y títulos, y a quién le interesaría
eso semana tras semana. Pero insisto que no estaría mal: yo imagino mi centena
y allí podría meter incluso a dos o tres cuates.
A
Alberto Manguel, ensayista argentino que en los años recientes ha pasado a
convertirse en una especie de Lector emblemático, le fue solicitada una lista
de diez. Antes de armarla, dijo: “Estas listas son siempre ingratas. ¿Cómo
elegir entre tantos libros que me son vitalmente imprescindibles? Y eligiendo
diez ¿cómo dejar de lado los Ensayos de
Chesterton, El hacedor de
Borges, El rey Lear de
Shakespeare, El amigo mutuo de
Dickens, Los aforismos de
Zurau de Kafka, los poemas de Miguel Hernández, Días felices de Beckett, la Ilíada de Homero, y tantos más?
Siento que he traicionado algo en mí al hacer la lista que sigue. Pero aquí
están los elegidos, por razones que me son misteriosas”. Luego enumeró sus
diez, sus parcos diez. Si fueran cien, todo sería más cómodo, pero suelen ser
diez, tres, uno, y responder eso es, paradójicamente, más difícil.