sábado, octubre 14, 2017

El Astillero: oasis de la lectura












Hace poco tiempo discrepé amablemente de algunas opiniones que me parecieron lapidarias. Se referían a la supuesta condición de “rancho” que tenía y sigue teniendo nuestra ciudad, Torreón. No estuve de acuerdo porque jamás lo esteré con las dos varas que solemos usar para medir lo que más nos atañe, en este caso el lugar donde vivimos. No creeré pues en la postura soberbia que nos lleva a creer que somos el ombligo del universo, ni en la otra, la opuesta, que nos induce minosvalorarnos. Querámoslo aceptar o no, la ciudad tiene muchas instituciones dignas, aunque también muchos rezagos que ojalá dejen de serlo algún día. Para eso trabajamos.
Entre lo valioso está, por ejemplo, una pequeña librería del centro: El Astillero. Hace poco cumplió tres años y publicaron un libro en el que participé con estas palabras:
No es frecuente encontrar librerías con riguroso buen gusto. Al contrario, lo común es que estos negocios se establezcan y para sobrevivir o porque los gobierna el caos, comiencen a llenar sus anaqueles de libros prescindibles, algunos (a veces la mayoría) basura, objetos que sólo tienen de libro su condición de papel impreso y encuadernado, no más. Por eso la sorpresa de llegar por primera vez a El Astillero y encontrar un menú bibliográfico bien seleccionado y con sellos editoriales serios, de librería pensada con un criterio que no sólo aspira a recuperar la inversión, sino también, o principalmente, a difundir cultura.
Pero de alguna forma esto era, para mí, previsible, dado que desde hace varios años conozco a Ruth Castro, su dinamo, y sé cómo trabaja y qué inquietudes de lectora la estimulan. Al ingresar por primera vez a su librería, como ya dije, me topé con un nutrido y grato catálogo de títulos. Deambulé lentamente sus anaqueles y al fondo me topé con dos o tres entrepaños dedicados a exhibir libros de la Universidad Veracruzana, institución promotora de un trabajo editorial que muchos respetamos desde hace décadas. Allí me detuve y encontré un título de David Lagmanovich, amigo y maestro argentino cuya muerte, ocurrida en 2010, sigo padeciendo como una orfandad. Encontrar en El Astillero varios volúmenes de la UV, entre ellos el de mi querido David, me llevó a pensar en esta librería como un pequeño oasis, un punto de reunión que los laguneros necesitábamos y ya tenemos.
Por todo, larga vida a El Astillero, larga vida a este oasis de la lectura.