Los
cataclismos provocados por la naturaleza son imprevisibles y seguirán su marcha
inconmovible hacia nosotros. Hoy mismo se puede asegurar, por ello, que en
cualquier semana del futuro sobrevendrá, aquí o en cualquier parte, un
terremoto, un huracán, un tsunami, una sequía, lo que sea. No hay poder humano
que pueda detener eso, así que junto con la resignación ante las azarosas
hecatombes debemos articular una política de previsión y de alerta permanentes.
Lo
que vimos después de los sismos recientes ha dejado al descubierto nuestra
vulnerabilidad. Todavía no somos capaces de responder con total eficacia a esos
siniestros y quizá nunca lo seamos, pues si algo tienen los terremotos es una capacidad
destructiva que queda lejos de la fuerza del hombre para defenderse ante ellos.
Frente a un movimiento telúrico de grandes dimensiones, el daño es inevitable.
De
lo que se trata entonces es de responder en los tres momentos implicados en
toda línea del tiempo: antes, durante y después. Todo lo que se haga en esas
tres etapas es crucial para salvar vidas humanas y bienes materiales. Las
fallas en cualquiera de tales momentos, por el contrario, derivarán en el
agrandamiento de las tragedias.
Mientras
ocurría el terremoto del 19 sabemos que funcionó la señal de alarma y se dio
una evacuación mayoritaria. Los simulacros han servido mucho para lograr esa
respuesta inmediata de la gente. Luego, tras el fin del sismo, la generosa
acción de la ciudadanía fue espontánea e inmediata, y hasta la fecha sigue
allí. Lo que ha quedado al descubierto, sin embargo, es la falta de una
rigurosa supervisión de las autoridades a los edificios y junto con esto una
permanente fiscalización a los mecanismos de respuesta evacuatoria sobre todo
en los lugares concurridos como escuelas, edificios públicos y multifamiliares.
El
caso del colegio Rébsamen es una muestra palpable de dicho descontrol. Según
las investigaciones más recientes, ese inmueble se convirtió en una trampa para
quienes se encontraban allí durante el terremoto. Unas puertas de salida
funcionaron con lentitud y otras estaban bloqueadas, de manera que en el lugar
se perdieron segundos valiosísimos para salvar vidas.
Una
escalera en buen estado, una puerta despejada, una señal visible son
fundamentales mientras dura un temblor. Todo eso debe ser auscultado con lupa
antes, no durante ni después.