La
palabra “guarura”, dicen, es de origen tarahumara; si esto es verdad, es
posible que se trate del tarahumarismo más usado en todo nuestro país. Los
mexicanos la empleamos, ya se sabe, para designar coloquialmente al escolta de
algún poderoso chico, mediano, grande o extragrande (XXL), como es el caso de
Donald Trump, quien el viernes de su toma de posesión caminó algunas cuadras de
Washington junto a Melania, su mujer, y buena parte de su familia. Por supuesto
que no lo hizo solo, sino acompañado por una cantidad más o menos nutrida de
bien nutridos guaruras seguramente entrenados a la usanza de Rambo.
Uno
de ellos, de garbardina negra y pelón para más señas, seguía a la pareja
presidencial a no más de tres metros de distancia. Nada raro sería esto si no
fuera porque en los videos de YouTube se ve al mentado sujeto con las manos
permanentemente fijas, inmóviles. El tipo camina despacio, lleva los codos
doblados, las manos a la altura de la barriga y estáticas, fijas como las de un
maniquí. La especulación de quienes comentaron esa curiosidad se inclina hacia
lo obvio: el guarura trae las manos reales debajo de la gabardina, la palma en
la cacha, el índice en el gatillo, todo listo para sacar el arma en caso de
emergencia.
Nunca
había visto algo así. Más: ni siquiera se me hubiera ocurrido. Tampoco se me
hubiera ocurrido, hace varios meses, que algún día fuera a escuchar un discurso
imperialista tan sincero como el enunciado por DT. Lo oí con asco durante la
noche del viernes 20, pero ahora que he vuelto a revisarlo no doy crédito a la
desfachatez del sujeto que ahora gobierna los EUA.
Ya
muchos analistas le han hincado el diente, pero, unos días después de
pronunciado, no debemos dejar de enfatizar que su contenido desborda hasta las
más elementales buenas maneras del trato que en política debe darse.
Trump
habló de recuperar empleos, fábricas, fronteras y demás para los EUA, lo que
devolverá la prosperidad “al pueblo”, su pueblo. Eso, sin embargo, lo dice
hasta el alcalde de Cuencamé en su toma de posesión. Lo que rebasa todo pudor,
y en el colmo del gringocentrismo, es una frase dicha al inicio de su
alocución: “Juntos definiremos el rumbo de
Estados Unidos y del mundo en los años que vendrán”. Ahora no sé pues qué fue
lo más asombroso: si las manos del guarura o esa frase del posmoderno Nerón.