Comparto
con miles, tal vez con millones de mexicanos, el asco ante los recientes
discursos de Peña Nieto. Ya no es posible hablar con eufemismos. Asco, asco
puro, es lo que produce su oratoria acartonada, su ensayada pose de político
que sabe algo. Con o sin teleprómpter,
el residente actual de Los Pinos nos comunica impostadamente grave lo que en
los hechos podemos entender como devastación de la economía nacional.
En
los días recientes, el sujeto que en teoría encabeza el gobierno de lo que
queda de México ha tenido que salir a declarar lo impensable para justificar el
hachazo perpetrado contra los mexicanos con el aumento al precio de la
gasolina. El jueves pasado fue el colmo. La alocución parece improvisada, de
ahí el manejo simplista y enredado sobre todo de su intro: era necesario eliminar
el subsidio a la gasolina y usar ese recurso para rubros cuya atención no
permite más demora: salud, educación, seguridad… Junto con este imperativo, el
gobierno ha eliminado el subsidio para operar como casi todo el mundo, es
decir, se trata de una medida aguijada por razones foráneas.
Ganar
tiempo es, desde hace mucho, el tema implícito, lo no expresado pero evidente
en los discursos enunciados durante los últimos estertores de cualquier
gobierno mexicano. EPN está lejos todavía de ceder la banda presidencial a su
sucesor, pero ya parece desguazado por los acontecimientos. Se habla incluso de
cansancio, de un deseo ya más o menos visible por tirar la toalla. Como tal
abdicación no va a darse y no hay modo de deponerlo por otros medios, debe
amasar discursos en los que, como es ya una tradición cada vez más exasperante,
los buenos resultados de las decisiones tomadas en el presente, un presente de
fracaso, se ubican en el borroso futuro, en los sexenios por venir, es decir,
cuando gracias a la impunidad que nos caracteriza sea imposible asentar
responsabilidades.
En
el mismo discurso, EPN articuló una de las metáforas más desafortunadas que yo
recuerde en labios de un Ejecutivo federal: “se nos acabó” Cantarell, “la
gallina de los huevos de oro”. Se nos acabó. Así, como si de golpe, de un día para
otro y de la nada, desapareciera, sin culpables a la vista, el manantial de
nuestra riqueza. Tiempos trágicos los que vivimos. Tiempos de mentirosos
seriales, de rapiña y de cinismo.