Hago un experimento. “En las debilidades del Estado
moderno”, artículo de Umberto Mazzei,
este politólogo italiano describe algunas características del actual
estado mexicano. Por claro y contundente, lo cito in extenso: “El
problema central del Estado moderno es la representación de la voluntad
popular. Con los sistemas actuales de sufragio periódico, el elector delega su
voluntad política con el voto y la soberanía popular se desplaza a sus representantes.
En realidad, se desplaza a los partidos políticos, que suelen ser poco
democráticos y por eso vemos perpetuarse las camarillas de los mismos en el
poder, jugando a las sillas ministeriales.
Esa perversión existe por la pérdida del sentido comunitario,
que es la base implícita de la representación; en su lugar ahora se consulta a
masas desconectadas, amorfas, fáciles de manipular, como dice José Ortega y
Gasset en La rebelión de las masas. La representación y la base social
amorfa, promueven una clase de políticos profesionales que se constituye en una
oligarquía que defiende por igual intereses propios o de particulares, en un
clima de confusión irresponsable, como dice Alain de Benoit. Son gobiernos
elegidos que no trabajan por los intereses de la gente y del país; son
gobiernos de Partidocracia, como ya decían en los 60 Giuseppe Maranini, Georges
Burdeau, Maurice Duverger y otros sociólogos políticos. La partidocracia
siempre servirá intereses propios y no de esa mayoría que engatusa con cuentos
ideológicos, slogans, promesas mentirosas y onerosos espectáculos de
movilización.
En el estado moderno, las telecomunicaciones son el
principal instrumento para orientar esa opinión pública informe y llevarla
hacía los objetivos que se desean, al punto de que se convirtieron en
importante arma de guerra. Arma para la guerra cultural y psicológica, la de
desinformación y propaganda; cuyo último frente operativo son Internet y las
redes sociales”.
Bien. Mi experimento consiste, o consistió ya, en simular
que el texto citado se refería a México. Mazzei habla en general, ciertamente,
pero al leerlo me pasó lo que quise compartir con el breve simulacro: tuve la
impresión de que en muchos puntos describía a México, sobre todo en el referido
a nuestros gobernantes: “una clase de políticos profesionales que se constituye
en una oligarquía que defiende por igual intereses propios o de particulares”.
Casi nada. Más claro ni el agua o las trapacerías del Verde Ecologista.