Motivos
docentes me llevaron a recordar y comentar el ya legendario encuentro llamado
“La experiencia de la libertad” que organizó la revista Vuelta del 27 de agosto al 2 de septiembre de 1990. El principal
convocante fue, lo sabemos, Octavio Paz, a quien en aquel momento le faltaba
apenas un mes para ser declarado premio Nobel. Ahora que revisité el video
gracias a YouTube advertí, y mis alumnos igual, que lo dicho por Vargas Llosa
(porque estuvo Vargas Llosa, aunque en nostálgicos recuentos ulteriores omitan
su nombre) no sólo tiene vigencia, sino que ha sido perfeccionado, si esto es
posible, 25 años después. Yo, que siempre he creído que la transición del PAN
fue un simulacro más, no puedo sino pensar que nuestro país copaba y ahora copa
con mayor fuerza todos los cables por donde fluye poder: la presidencia, las
Cámaras, las secretarías, los partidos, el INE, le ejército, los medios, todo.
En
algún punto del video el autor de La casa
verde dice que su deseo era “poner a prueba” el aire democrático que se
respiraba, según él, en aquel México. Por lo visto no le fue nada bien, la
prueba no funcionó. En vivo, mientras Vargas Llosa hablaba, Paz se removía en
su asiento, enfurruñado por las palabras del peruano. Luego, lo sabemos, el
fuereño incómodo abandonó misteriosamente el país, pero sus palabras
sobrevivieron y ahora están al alcance de cualquiera en internet.
Malquerido
ya entonces por las izquierdas de cualquier sitio, Vargas Llosa no vino de
todos modos a engarzar vítores contra la trituradora neoliberal puesta en
marcha por el salinato. Al contrario: ya encarrilado, se desbordó en una
crítica a la peculiarísima dictadura mexicana. Y eso que era 1990, no 2015,
fecha en la que sin duda tenemos una dictadura perfecta perfeccionada, de
segunda o tercera generación, de punta.
Entre
otras cosas, Vargas Llosa dijo esto hace 25 años: “Yo no creo que se pueda
exonerar a México de esa tradición de dictaduras latinoamericanas. Creo que el
caso de México (…) encaja dentro de esa tradición con un matiz que es más bien
el de un agravante. Yo recuerdo haber pensado muchas sobre el caso mexicano con
esa fórmula: México es la dictadura perfecta. La dictadura perfecta no es el
comunismo, no es la Unión Soviética, no es Fidel Castro, es México porque es la
dictadura camuflada de tal modo que puede parecer no ser una dictadura…”.
Octavio
Paz le reviró de inmediato, visiblemente molesto, para “precisar”; fue la mejor
comprobación de que Vargas Llosa no andaba errado.