miércoles, abril 08, 2015

Montaje bufo











Quizá es mera paranoia, pero desde hace varios años me persigue como un zumbido en la cabeza la idea de que todo estallará. No sé cuándo, no sé cómo, pero al menos quiero compartir sinceramente lo que siento a partir de lo que veo, oigo y palpo. Con una maestría casi indetectable, quienes han saqueado y siguen saqueando a México han logrado, por ejemplo, lo que se creía imposible: convencer al electorado de que las elecciones son fundamentales aunque ya no muevan nada.
El abstencionismo que antes era visto con horror y parecía el enemigo a vencer en cada proceso electoral, ahora es bienvenido porque su llegada es, desde ya, obvia. ¿Alguien con su razón todavía en uso puede avizorar un futuro electoralmente participativo y entusiasta? Más allá de que son comicios “intermedios”, comúnmente menos ajetreados que los sexenales donde se juega la presidencia del país, el ambiente se nota aguado, vaciado, hueco a más no poder.
Quizá con alguna honrosa excepción, los candidatos cuadran en esta tipología: a) los que van por algo seguro para ellos y para sus partidos; b) los que van a ver si cae algo y c) los que no tienen esperanza alguna pero de todos modos aparecen sonrientes en un póster. Su discurso es esencialmente idéntico, como podemos comprobarlo si vemos un espot: antes de que salga el logo del partido que lo lanza, es posible atribuir las palabras a quien sea, pues todos hablan de salvar-renovar-mejorar-cambiar-etcétera a México, a la familia, al empleo, a los recursos naturales.
No importa nada, el juego electoral es una pachanga funcional a los intereses de quienes tienen el control. Las elecciones no sirven para salvar-etcétera a México, sino para legitimar la rapiña imparable. ¿Al final del trámite quién puede quejarse? ¿Acaso no vimos todos que hasta los partidos más pequeños tuvieron sus dos minutos de gloria en los medios?
La participación electoral es hoy más insustancial que nunca. En el pasado de partido todopoderoso y casi único al final de las elecciones quedaba siempre en el aire el problema de la legitimidad. Las agrupaciones contrincantes reclamaban fraude, y eso derivaba con frecuencia en imposición de ganadores a grito y sombrerazo. Hoy no se requiere ya ni eso. En México llegamos al extremo de contar con elecciones que en lugar de provocar cambios y dinámicas de renovación, paralizan el presente y pudren el futuro.
Hace muchos años pasó la oportunidad de cambiar. La lid electoral es hoy un montaje bufo.