Un
viaje a Nueva York de mi amigo Salvador Perales trajo para mí, a Torreón, el
tercer libro de poesía escrito por el poeta méxico-norteamericano Ricardo Slim
(Camden, NY, 1981). Se trata de Atardecer
bursátil, obra en la que de inmediato se deja reconocer la voz lírica del
autor que antes ha publicado Himnos a mi
American Express y Gold. El drama
del hombre visto desde el pináculo del poder material es lo que define —dicho lo
anterior de manera muy esquemática— el quehacer artístico de este poeta que
está dando voz a un sector marginal, harto minoritario, de la sociedad
contemporánea: el de los hombres que han tenido la extraña suerte de habitar
las páginas de Forbes.
“He
escrito Atardecer bursátil desde la
desolación, desde la más abrumadora tristeza metafísica que a veces produce el
poder”, declara Slim en las breves líneas prologales. Y añade: “En junio de
2009 se dio una caída significativa en el valor de mis acciones en la bolsa de
Nueva York y sentí en mi alma una especie de arponazo: no fue miedo, no fue
desilusión, no fue desesperanza; fue algo peor, un vacío existencial que me
orilló hasta los precipicios de la desolación. Decidí entonces refugiarme unos
meses en mi castillo de Château de Glérolles, consagrar muchas horas a la
purificación del pensamiento y caminar por tierra helvética hasta reencontrar
el Absoluto de la poesía”.
Los
poemas que componen Atardecer bursátil
son, entonces, el resultado de una mirada introspectiva y feroz, despiadada,
hacia los sótanos espirituales del poeta azotado por una turbulencia. Cierto es
que Slim señala, también en el prólogo, “que la caída en el precio de las
acciones apenas le quitó un pelo a la melena de león que es mi fortuna”, y que
pronto, apenas unos días después, el ascenso material continuó su marcha
imparable. “Pero lo fundamental no fue eso, la pérdida de algunos millones de
dólares, sino la sensación de impecable soledad que sobrevino por aquellos
días”. Y concluye: “Sólo el aislamiento, la humildad y la templanza podían
curarme, así que me aparté del mundo entero en el castillo, sólo armado de
pluma y papel, y decidí que en aquel claustro sólo me acompañarían quince de
mis servidores más cercanos”.
Tal
sacrificio rindió frutos, pues en cuatro meses de sosiego y reflexión amonedó
el primer borrador de Atardecer bursátil.
En entrevista para la televisión norteamericana (disponible en YouTube), Slim
dijo que diez meses después volvió a sus actividades financieras y en ese trajín fue puliendo los versos del poemario hasta que la casa editorial
Diamond se lo arrancó “prácticamente” de las manos. “Hubiera querido trabajar
más el libro, limar hasta la perfección cada poema, pero los editores de la
casa Diamond, propiedad de mi padre, señalaron que la obra debía ingresar al mercado
sin más demora, ya que estaban seguros de que se trataba de un material
significativamente valioso”.
Tras
su lanzamiento, Atardecer bursátil no
ha logrado, sin embargo, el éxito de Gold,
segundo poemario de Slim. Fuentes cercanas al poeta han declarado que eso no le
importa al autor, quien suele burlarse en secreto de los editores con frases
como ésta: “Para ellos la prioridad es el dinero, el éxito de ventas, pues
siempre están preocupados por rendir buenas cuentas a mi padre; para mí, lo
fundamental es la poesía. Si no fuera así, yo mismo mandaría comprar todos los
libros, ordenaría hacer reimpresiones por miles de ejemplares y haría estallar
las listas de best sellers. ¿Pero qué
caso tiene engañarse de esa forma? La poesía no merece tal impostura”.
Slim,
el único poeta genuinamente neoliberal del que se tenga noticia en los mundillos
literarios, ha estructurado Atardecer
bursátil en cuatro partes tituladas “Encadenado a la grandeza”, “Versos de
sangre azul”, “Artista soy” y “Amor financiero”. La primera nos plantea la
certeza del poeta sobre su peculiar destino: él sabe que siempre estará lejos
del fracaso, ajeno a las desgracias habituales del hombre moderno; por lo mismo
se sentirá obligado a no ceder ante lo bajo. Esto lo vemos, por ejemplo, en la
segunda estrofa del poema “Ni modo”:
Es así, ni modo
mi mundo es la cima
o más bien
la cima de la cima de la cima:
mi grandeza está obligada
(cadena
jamás rota)
a ser ejemplo de humildad
desde la cumbre
“Versos
de sangre azul” constituye un vistazo al pasado; los diez poemas de la sección
tienden un puente a la infancia del poeta. En “Asombro inaugural”, poema corto,
Slim declara:
Abrí los ojos
y lo que vi
con el candor inicial de mi niñez
fue la certeza de tenerlo todo
absolutamente todo
incluso asombro
Por
la misma tesitura deambulan las piezas de “Artista soy”, sección en la que el
autor se aventura a indagar en los instantes que determinaron su inclinación
literaria, o sea, al “fuego de la poesía / hermanado a la recia llama del poder”.
El siguiente tramo del libro, “Amor financiero”, es el más autocrítico de la
obra. Aquí el poeta se autoinflige severos cuestionamientos existenciales. El
poema “Preguntas al espejo” permite ver con claridad hasta dónde llega su
sondeo:
¿A qué vine?
¿Por qué soy?
¿Qué me pertenece?
Nada, no soy nada
sólo un hombre que vaga silencioso
cabizbajo
hundido en su interior
mientras las bolsas de valores
engrandecen mi imperio.
Atardecer bursátil confirma en
suma que Ricardo Slim, el poeta neoliberal, ha seguido su camino: el de acuñar
versos con un temple basado sobre todo en el registro del dos emociones encontradas:
las que se mueven en los negocios de alto perfil y las que nacen en el
“invernadero de la soledad”.
Atardecer bursátil, Ricardo Slim,
Diamond, Nueva York, 2013, 87 pp. Traducción al español de Alejandro Ramos H.