miércoles, abril 30, 2014

Filosofar sin gesto grave





















Cuando en enero de 2013 leí Filosofía para inconformes (Debolsillo, México, 2010), uno de los muchos libros de Óscar de la Borbolla (México, 1949, y no 1982, como dice la errata de la ficha biográfica que contiene el libro) que he tenido el gusto de visitar, no imaginaba que más de un año después podía retomarlo para quedar alelado frente a los muchos subrayados que hice a su sentencioso contenido. En este sentido, es un libro que casi se reseña solo, citándolo a pedacitos. Contiene 19 ensayos, todos dinamitadores de estereotipos y prejuicios con la prosa lacerante de un filósofo que ha llevado su agudo escepticismo hasta los guetos más peligrosos del pensamiento. Veamos.
En “Contra la humanidad”: “La lectura de la historia universal muestra que pensar y matar son la misma cosa, y no hay pueblo ni época en la que la razón resulte inofensiva”; “la historia es una cantina de pendencieros en la que cualquier cosa es motivo para desencadenar la violencia”; “El único tapanco al que se aspira, el único promontorio que se reconoce es el del dinero y el poder”; “¿Qué revolución metafísica haría falta para cambiar al hombre, a ese ser repugnante que desde que comenzó la historia no ha hecho más que convertir este magnífico planeta en una pocilga y nunca, jamás ha conseguido hacer de él una morada decente?”.
De “Monólogo de la muerte”: “la muerte es, óiganlo de mi boca [habla la muerte], la única medida, la única fuente, la esencia oculta del poder: no hay más poder que el poder matar”; “lo único que verdaderamente no muere es la muerte”.
De “Meditación de la locura”: “De la esquizofrenia infantil pasamos a la paranoia adolescente y, cuando maduramos, la locura se convierte en imbecilidad: es la locura de la conciliación, del acomodo, la locura de la normalidad”.
De “Rebelión contra lo indescifrable”: “Entender el destino es algo que siempre ocurre a posteriori, cuando el momento fatídico se encuentra en el pasado, cuando ya no hay nada que hacer”.
De “Metafísica del dolor”: “El ser humano a causa del dolor es lumpen ontológico, animal predispuesto a obedecer y a lanzarse contra lo que le ordenen, pues aunque la conciencia ciertamente permite que nos distanciemos del dolor al conceptuarlo, no por ello conseguimos sobreponernos al vergonzoso instinto de sumisión que nos hace lamer la mano que nos hiere”.
De “Libertad de desilusión”: “¿por qué, como dijo Ambrose Bierce, las tres cuartas partes del mundo son agua y nosotros carecemos de branquias?”.
Y así sucesivamente. Lo que me impresiona de De la Borbolla es, entre otras pericias, su capacidad para colocar sobre la mesa temas innegablemente densos, importantes desde el punto de vista filosófico, pero expuestos sin la pose habitual y cejijunta del pensador. Tras leerlo uno siente que el recorrido por los pasadizos de esta reflexión nos ha permitido ver estancias desoladas, una realidad destruida casi de pe a pa por el ser humano, un sujeto digno de lástima y de risa, la risa en sordina que le dispensa De la Borbolla en todo este paseo inconforme, ácido, triste y burlón al mismo tiempo.