De poco sirven las recetas si quien las lee y las pone en práctica
carece de talento y sensibilidad para la cocina, si no tiene intuición para
saber lo que significa un aroma, una probadita a mitad de la cocción o una
pizca de pimienta salvadora. Igual, si alguien que desea escribir usa un manual
y carece de lo mismo, es muy difícil que el platillo de palabras quede a pedir
de ojo. Los manuales literarios (puedo decir que los manuales de todo) no son
la salvación para quien no tiene salvación, así que debemos usarlos sólo cuando
en efecto tenemos la esperanza de sacarles un provecho, cuando de veras
sentimos el llamado, así sea tenue, de una vocación o al menos de un genuino
interés por aprender.
Luego entonces, el Manual de creación literaria (Nueva
Imagen, 2002) de Óscar de la Borbolla (México, 1955) puede ser tan útil como
desalentador. A quienes realmente ven entre sus potencialidades algún latido
expresivo de carácter literario puede socorrerlos en grata y profunda medida; a
quienes se sientan lejos de este negocio, en cambio, puede persuadirlos
definitivamente de que no intenten ni el apresurado fritangueo de unas
palabras.
Pensemos, sin embargo, que el libro (o este modesto comentario) caen en
las ansiosas manos de un joven aspirante a escritor. No dudo ni tantito que le
será de tremenda utilidad, ya que en sencillos capítulos De la Borbolla despeja
el camino para llegar al buen relato, sea cuento o sea novela. Creo que el
título pudo ser Manual de creación “narrativa” (las comillas son sólo un
énfasis), pues el autor se detiene básicamente en examinar los vericuetos de la
creación de historias en prosa, no tanto, o nada más bien, en explorar, por
ejemplo, las estrategias de la poesía o el teatro.
Pero más allá de esa minucia y más acá del contenido, el manualito de De
la Borbolla es un ilustrativo paseo, ameno y ágil, además, por aquello que
puede servir a un principiante que apetezca construir historias con tramas
adecuadas, personajes creíbles, estructura firme, humor, verosimilitud, fina
ambigüedad y, en suma, todo aquello que hechiza a los lectores cuando encaran
cuentos y novelas convincentes, de esos que nos agarran de la solapa y por una
“extraña” razón no nos dejan escapar.
Entrecomillé adrede el adjetivo “extraña” porque esa razón no lo es, o
al menos no lo es tanto como creemos. La capacidad persuasiva de una buena
historia tiene sus bases, y esas bases han sido escrupulosamente escudriñadas
por teóricos de todos los pelajes, quienes aquí y allá han explicado, en
muchísimas ocasiones con una jerga cifrada, para iniciados, llena pues de
sememas y metadiégesis, cómo funcionan los relatos.
Óscar de la Borbolla, fiel como siempre a su deseo de ser entendible sin
dejar de ser incisivo, y fiel también a su propia práctica como narrador, nos
trae digerido, para que lo entendamos sin lágrimas, un mapa que orienta en los
entreverados caminos de la creación narrativa. Muchos ejemplos de su
producción, siempre oportunos, hacen de este manualito un taller literario
ambulante al que podemos asistir cuando nos dé la gana. Todo es cuestión de
buscarlo y volver cuando queramos cada una de sus esclarecedoras páginas.