Tarde
ya, a poco más de un año de haberlo leído, invito con este comentario a que
visiten un libro espléndido: Mexicanidad
y esquizofrenia: los dos rostros del MexiJano (Océano, 2011, 196 pp.), de
Agustín Basave (Monterrey, 1958). No sé si fue el mejor que despaché en 2012,
pero seguro que puedo ubicarlo, aunque sea muy retrospectivamente, entre los
mejores. Luego de apurar sus primeras páginas, vista la claridad y la
contundencia de las afirmaciones que Basave ofrecía en los rounds de estudio, decidí recorrer todas las páginas con un lápiz a
la mano. Así de interesante me pareció, así de logradamente agudos me
resultaron sus capítulos.
No
sé si la Argentina y México han sido en América Latina los dos países más
tercos en eso de autoexplorarse para saber qué los define, pero es un hecho que
allá no han parado desde Sarmiento, Lugones, Scalabrini Ortiz, Martínez
Estrada, Jauretche y muchos otros hasta llegar, toda proporción, al ácido Caparrós
de Argentinismos. En México no nos
quedamos nada atrás, pues desde Fernández de Lizardi, de diferentes modos y con
todos los géneros disponibles (como el poema en López Velarde), hemos querido
saber qué demonios somos: Ramos, Paz, Zea, Ramírez, Garizurieta, Portilla y
muchos otros nos han rajado la panza para examinar lo que guardamos en el interior,
todo eso que en los cincuenta intentó recoger la colección “México y lo
mexicano” de Porrúa y Obregón, S.A.
Basave
(como hace poco, también, Heriberto Yépez con La increíble hazaña de ser mexicano) se suma a ese
contingente y lo hace con un libro que no desentona. A diferencia de sus
predecesores en el arte de descifrar el jeroglífico que es México, Basave
reflexiona sobre un pasado con nuevos ingredientes. Mientras Ramos, Paz y demás
pensaron en el México posrevolucionario, un México de partido único y por ello brutal
componente autoritario, el autor de Mexicanidad
y esquizofrenia escudriña lo que somos tras el luminoso advenimiento de una
transición que en realidad nos deparó, dicho en elocuente náhuatl, puro camote.
Eso
es lo que me resulta más interesante en este libro: tras los gobiernos de Fox y
Calderón, que en teoría nos iban a colocar en un punto histórico ya distante de
la mano dura y los modos tradicionales de hacer política (a la mexicana),
nuestro país siguió enchufado a la misma corriente idiosincrática, casi como si
no hubiera pasado nada.
De
allí que el estudio tenga un cariz psicoanalítico desde su mismo frontispicio,
esa palabra, esquizofrenia, que parece sólo relacionada con anomalías de la personalidad
individual y en este caso es un padecimiento profundamente arraigado bajo la
costra nostra: configuramos una sociedad en la que el decir y el hacer son dos
realidades abismalmente distintas y distantes, vivimos una doble conducta
social como si fuera algo natural, como si no constituyera el meollo de
nuestros habituales desfiguros, desfiguros de Jano (el dios romano de las dos caras) con sombrero charro.
No
es lo que importa en un libro de esta índole, pero es justo decir que la prosa
de Basave tiene, al alimón, ductilidad y belleza. Es tan grato el estilo que
también por ese rumbo podemos engancharnos a su contenido. No es infrecuente
que apele, incluso, al humor, como cuando habla del “corrupto legal” como
“campeón de la deshonestidad con estricto apego a derecho”. En resumen, un
libro que con buena leche y sin piedad nos deja en cueros.