El asesino llegó de madrugada a la puerta de la habitación
donde dormía su víctima. Apretó bien el cuchillo y con la otra mano, despacio, sin un ruido, giró el picaporte. Lo que el asesino no sabía era que su víctima ya lo
esperaba recostada, inquieta y muy despierta, con una fría Magnum Desert Eagle
Crome debajo de la sábana.