“Estoy listo para hablar
sinceramente”, dicen que dijo Lance Armstrong antes de entrevistarse con Oprah Winfrey,
chirinolera mayor de la televisión gringa. Pasado mañana jueves, creo, el texano será
la comidilla mundial y seguramente tuiter tronará con las desgarradas
confesiones del ciclista siete veces ganador (¿ganador?) de la Tour de France y
de muchas competencias más.
La supuesta frase de
Armstrong me llevó a pensar en los libros de memorias. ¿Podemos concebir alguno
que nos hable con total sinceridad? ¿Es posible la confesión absoluta? Soy de
los que no creen en eso. Nadie suelta la sopa entera, pues por olvido y principalmente por pudor todos guardamos al final la información que nos
perjudique, queme a los parientes o qué sé yo.
Lo que quiero decir con esto
es que no es nada fácil ser sincero ni en los errores chicos, mucho menos en
los monumentales, y hasta el más grande pillo teme, en el fondo, a la opinión
gregaria.