jueves, enero 12, 2012

Oigo a Sonny Boy



Creo que del blues no pasaré en música de allá, pues no quiero pasar de eso. Conservo los casetes Peerless a los que se refiere este poemita escrito hace —calculo— diez o doce años. Las cintas de museo llamadas “casetes”, inservibles ya, me dieron muchas horas de alegría no del todo extinta. Era una vasta colección de bluseros gringos, todos obviamente negros, todos bárbaros para echar el espíritu por delante a la hora de cantar y tocar sus instrumentos. Mis favoritos eran, son, cuatro: John Lee Hooker, Muddy Waters, Big Mama Thornton y Sonny Boy Williamson, de quienes traigo videos dignos de admiración. El de Sonny Boy me encanta: cómo entra al escenario con alivianado bending de boxeador en la calle, cómo se queda suspendido en espera de silencio y cómo dice “oh yeah” luego del primer armonicazo; lo demás está fuera de toda descripción. El minipoema que le dediqué, a él y a todos los que en esencia son él, es éste:

Oigo a Sonny Boy

Escucho a Sonny Boy en un viejo caset Peerless
y no puedo no pensar en la oscura cadencia del blues
en la vida que brota de aquel maravilloso anciano
en la pureza de la armónica
en el ebrio ritmo de esa música nocturna
en el laberinto de bares asfixiados por el humo y por el whisky
en la alegría de vivir eternamente agradecido a la existencia
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxx[por Sonny Boy
por África entera
por el espíritu inmenso de Lo Negro.