Otra historia sobre niños —o sobre adolescentes, que casi es lo mismo— afectados por la imprudencia de los adultos. El caso muestra cuan indiferente suele ser el adulto a las necesidades y la seguridad de los pequeños. La historia involucra a 160 músicos de corta edad y a un director de orquesta que en este caso sólo vio por su lucimiento y no por la salud de los ejecutantes. Entre los afectados está una artista lagunera, la adolescente Hadasa Tagle Mesta, quien es estudiante de secundaria y toca la flauta transversal. Ella es integrante, en Torreón, de la Banda Juvenil Salvador Jalife Cervantes que dirige el maestro Joel de Santiago Arenas. Entre los datos más destacados de su currículum figura la obtención de la beca Financiarte para estudiar un año con la maestra Katherine Calvey, integrante de la Camerata de Coahuila. Dada su precoz capacidad, Hadasa Tagle audicionó y logró entrar a la Orquesta Sinfónica Infantil y Juvenil de México (OSIM) dirigida por Enrique Barrios, quien es también director del Sistema Nacional de Fomento Musical.
Esta es la historia. El sábado primero de agosto los 160 integrantes de la OSIM fueron llevados a las instalaciones de la SEP en la Ciudad de México. Fuera de programación, el director decidió ofrecer un concierto exprés ante Alonso Lujambio, titular de Educación Pública. Los jovencitos fueron llevados desde las nueve de la mañana, y a medida que ensayaban el sol se tornó cada vez más agresivo. Así hasta llegar al mediodía, hora en la que comenzaron su presentación. Aunado al sol y al calor intensos, una serie de potentes reflectores fue instalada cerca de la orquesta, lo que sumó más torridez al severo ambiente en el que los chicos fueron obligados a tocar.
Según nota de La Jornada firmada por Karina Avilés, el repertorio no fue corto. Tocaron, entre otras piezas, el Himno, el Huapango de Moncayo y el primer movimiento de la Quinta de Beethoven. En el lapso transcurrido hubo tiempo para que se manifestaran ciertas molestias en los niños, pero ninguno chistó dado lo solemne de la actividad. Terminaron con la sensación de que fueron expuestos a una dinámica inusual, tan inusual que luego los trasladaron a la sala Blas Galindo para dar otro concierto y allí estalló la bomba: insolados, con quemaduras en los rostros y en los ojos, cerca de sesenta chicos tuvieron que ser atendidos con urgencia, entre ellos la lagunera Hadasa Tagle.
La crónica es elocuente: “Diana Badillo Sánchez, de 14 años, quien mostraba fuertes quemaduras en el rostro y tenía los ojos parchados, expresó que la luz artifical se reflejaba en las partituras, además de que en el concierto me tocó el sol. El secretario agradeció al final y yo me salí porque ya no soportaba; mi compañero de al lado se desmayó, luego se me nubló la vista, la piel se me quemó”. Más adelante, detalla: “Otros de los menores de plano se encontraban en las habitaciones, con los ojos cerrados o parchados, con dolores intensos, la piel quemada, sin poder soportar ningún tipo de luz, tendidos en las camas. A Luis Arturo Cornejo, de 16 años, le dijeron en el hospital que tenía quemadura en los ojos, que poco a poco iba a volver a ver; en tres o cuatro días. Los menores refieren que las partituras blancas actuaron como reflejantes de la luz, por lo que al ver directamente las hojas sufrieron el daño, además de que los reflectores artificiales, en la opinión de la mayoría, causó otros estragos”.
Se suponía que el concierto iba a servir para convencer a las autoridades de sumar a la Orquesta Sinfónica Infantil y Juvenil de México en los festejos del bicentenario, pero resultó un disparate inclemente con los jóvenes artistas. Los niños se van recuperando, es cierto, ¿pero qué necesidad había de exponerlos y lastimarlos así? Ningún secretario, ningún festejo justifica la insensatez del director Barrios ni da nadie. Igual, ningún niño, artista o no, merece un trato indiferente a su seguridad.
Esta es la historia. El sábado primero de agosto los 160 integrantes de la OSIM fueron llevados a las instalaciones de la SEP en la Ciudad de México. Fuera de programación, el director decidió ofrecer un concierto exprés ante Alonso Lujambio, titular de Educación Pública. Los jovencitos fueron llevados desde las nueve de la mañana, y a medida que ensayaban el sol se tornó cada vez más agresivo. Así hasta llegar al mediodía, hora en la que comenzaron su presentación. Aunado al sol y al calor intensos, una serie de potentes reflectores fue instalada cerca de la orquesta, lo que sumó más torridez al severo ambiente en el que los chicos fueron obligados a tocar.
Según nota de La Jornada firmada por Karina Avilés, el repertorio no fue corto. Tocaron, entre otras piezas, el Himno, el Huapango de Moncayo y el primer movimiento de la Quinta de Beethoven. En el lapso transcurrido hubo tiempo para que se manifestaran ciertas molestias en los niños, pero ninguno chistó dado lo solemne de la actividad. Terminaron con la sensación de que fueron expuestos a una dinámica inusual, tan inusual que luego los trasladaron a la sala Blas Galindo para dar otro concierto y allí estalló la bomba: insolados, con quemaduras en los rostros y en los ojos, cerca de sesenta chicos tuvieron que ser atendidos con urgencia, entre ellos la lagunera Hadasa Tagle.
La crónica es elocuente: “Diana Badillo Sánchez, de 14 años, quien mostraba fuertes quemaduras en el rostro y tenía los ojos parchados, expresó que la luz artifical se reflejaba en las partituras, además de que en el concierto me tocó el sol. El secretario agradeció al final y yo me salí porque ya no soportaba; mi compañero de al lado se desmayó, luego se me nubló la vista, la piel se me quemó”. Más adelante, detalla: “Otros de los menores de plano se encontraban en las habitaciones, con los ojos cerrados o parchados, con dolores intensos, la piel quemada, sin poder soportar ningún tipo de luz, tendidos en las camas. A Luis Arturo Cornejo, de 16 años, le dijeron en el hospital que tenía quemadura en los ojos, que poco a poco iba a volver a ver; en tres o cuatro días. Los menores refieren que las partituras blancas actuaron como reflejantes de la luz, por lo que al ver directamente las hojas sufrieron el daño, además de que los reflectores artificiales, en la opinión de la mayoría, causó otros estragos”.
Se suponía que el concierto iba a servir para convencer a las autoridades de sumar a la Orquesta Sinfónica Infantil y Juvenil de México en los festejos del bicentenario, pero resultó un disparate inclemente con los jóvenes artistas. Los niños se van recuperando, es cierto, ¿pero qué necesidad había de exponerlos y lastimarlos así? Ningún secretario, ningún festejo justifica la insensatez del director Barrios ni da nadie. Igual, ningún niño, artista o no, merece un trato indiferente a su seguridad.