jueves, agosto 20, 2009

El brigadier de los Zarzosa



Por esos vericuetos que tiene la vida cultural, y por el azar que a veces es generoso, supe de Jorge Andrés Zarzosa Garza en abril de este año. Oriundo de Torreón, abogado por la UAdeC, especialista en derecho agrario, Zarzosa Garza se enteró por una cadena de amigos comunes que yo podía ayudarlo con un proyecto histórico-literario que para entonces ya mostraba notable avance. Desde mi primera reunión con él advertí su bonhomía, el desprendido y cordial trato que prodiga a sus amigos. Vi además, como ya dije, que su proyecto de libro acusaba grandes adelantos, pues prácticamente tenía armadas las dos partes que configuran el trabajo y para entonces, asimismo, había digitalizado todas las fojas del documento matriz y motriz del libro que esta noche nos convoca.
Así pues, poco podía ayudar yo en ese ambicioso conjunto de quehaceres intelectuales. A Jorge Zarzosa le apoquiné, eso sí, algunas observaciones, colaboré módicamente en ciertos aspectos de la edición y a fines de junio vi cristalizar el sueño de su autor: que El brigadier estuviera listo para ser presentado en San Luis Potosí, tierra donde nació el personaje protagónico de la obra y en la que al autor deseaba vindicar la memoria no sólo de Pedro Joseph Zarzosa de Oviedo, sino de todos los que con ese primer apellido desparramaron, primero en tierras potosinas, luego en varias partes del país, significativos ejemplos de entusiasmo empresarial, cívico y religioso cuyos ecos llegan hasta nuestros días.
Jorge Andrés Zarzosa logró contagiarme, pues, su inusitado entusiasmo. Digo inusitado porque, como sabemos, la gesta independentista y sus personajes no han sido ni son particularmente socorridos en La Laguna, zona donde el movimiento revolucionario, y en particular la figura de Villa, le ha ganado terreno a cualquier otro hecho histórico de corte militar. El abogado torreonense, sin embargo, me dejó evidente desde el principio su tenaz obsesión por alcanzar tres objetivos: 1) publicar el libro sobre Pedro Zarzosa; 2) hacerlo en el contexto de la celebración por el bicentenario y 3) editarlo en La Laguna sin escatimar la demanda de recursos. Contra el reloj, Zarzosa Garza dedicó meses enteros a su propósito; la causa remota de esa meta podemos localizarla en su niñez, cuando en el ajetreo festivo y vacacional de las reuniones familiares escuchó hablar, no sin veneración, de El Libro (así, con mayúscula). Se trataba, como lo vemos en El brigadier, de un legajo de papeles añosos y celosamente ocultos a las miradas, sacralizado, casi mítico en el ámbito de los Zarzosa. Muy pocos lo habían visto, pero se hablaba de él en reverente secreto, acaso nomás para mantener viva su presencia en el imaginario familiar.
El niño, luego el adolescente y después el joven adulto Jorge Andrés Zarzosa resguardó en su memoria el fantasma de El Libro. Dos, tres décadas pasaron hasta que vio la oportunidad de acceder al legajo; cuando al fin estuvo frente a él, la inquietud comenzó a disolverse y devino asombro. La lectura de las antiguas caligrafías le reveló el perfil de un hombre extraordinario, un personaje central de nuestra independencia y sin embargo marginado del plano estelar que merecía. Daba la casualidad, además, de que aquel personaje era uno de sus decimonónicos parientes. La respuesta ante tal deslumbramiento fue inmediata: estalló en el Zarzosa actual la urgencia de escribir algo, lo que fuera, para sacar de las sombras al brigadier Zarzosa, y la coyuntura del bicentenario se convertía en inmejorable momento para que el novohispano pasara a ocupar su merecido pedestal…
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Nota del editor: El brigadier fue presentado en el auditorio del Museo Arocena. Lo comentamos Lidia Acevedo, Jorge Zarzosa y yo.