sábado, agosto 15, 2009

Más pobreza para los pobres



Quizá el título que me salió este día sea un poco lloriqueante, panfletario; aseguro sin embargo que no es chantajista, pues no hay razón para serlo. Es, o quiero que sea, meramente descriptivo: más pobreza para los pobres. En efecto, todas las noticias económicas de los días recientes apuntan a una sola conclusión: que todo se resolverá en más pobreza para los pobres, así de simple. Para los pobres que ya hay, que son millones, y para los millones que se sumarán, pues el shock anunciado por el secretario doble Carstens no augura un futuro diferente. En pocas palabras, del catarrito pronosticado como broma macabra pasamos, unos meses después, al nocaut financiero.
Uno de los sectores que más inmediatamente resienten los estropicios causados por la economía en proceso de descomposición es el cultural y el deportivo. Las administraciones públicas de todos los niveles los tienen por renglones no prioritarios, y de hecho, si los comparamos con el alimento (no del espíritu, sino de la panza) o la vivienda o la salud (no del alma, sino del organismo), concluimos sin chovinismo profesional que, en efecto, la cultura y el deporte “no son” prioridades. Eso, claro, en una visión simplista de las cosas, pues basta pensar un poco más en ello para advertir que, al contrario, en épocas de sequía económica es cuando más hacen falta tanto la cultura como el deporte, pues ambos tienen, además de muchas otras virtudes, las de ser válvulas de escape para el tedio, el resentimiento y la frustración, espacios para la creatividad y el sosiego, para el desahogo y la diversión en el sentido etimológico del verbo divertir: divertĕre, llevar por varios lados, es decir, desparramar el interés o la actividad del sujeto hacia puntos que no son los habituales.
Siento por ello como prematura catástrofe lo que se ha venido anunciando por tesoreros y funcionarios públicos: que los recortes impactarán primero y de manera muy severa a instancias promotoras de cultura y deporte, sea cual sea su giro y su tamaño. Es lamentable. Precisamente cuando más se requiere de esas áreas es cuando más son amenazadas por recortes presupuestales perrunos, cuando más son estranguladas por funcionarios que sin piedad agarran las tijeras para trasquilar toda partida que huela a museo, casa de la cultura, parque deportivo y demás. Reitero: es lamentable.
Así leo, con desaliento, la nota de Iván Sánchez cabeceada ayer “Parque de las Etnias cierra por falta de recursos”. La leí aquí, en La Opinión. Ese parque no es de mi jurisdicción vivencial, aunque fui un par de veces para caminar y tomar fotos. Sé, sin embargo, que en una zona importante de la ciudad es, o era, el único punto cercano de esparcimiento público. Fuera del parque de las Etnias, nada a varios kilómetros a la redonda. Por eso, al leer los párrafos del reportero Iván Sánchez quedé con un raro sentimiento de amputación. Así, sin anestesia ni nada, las autoridades le cortan una extremidad verde a la ciudad, como si ésta tuviera muchas.
La nota explica otros problemas prácticos en caso de que se consume el cierre. Hay numerosos animales cuyo destino parece no importarle a quienes simple y drásticamente han declarado que no hay un peso más para seguir con el mantenimiento de ese espacio público. A tal ritmo, cualquier sitio creado para el esparcimiento popular será castigado sin misericordia hasta asfixiarlo y vedar lo poco que tienen muchos laguneros para convivir con sus familias.
El golpe viene, pues, muy duro, y en vez de buscar salidas imaginativas, los tesoreros y sus jefazos darán una lección de cercenamiento donde ellos suponen que les duele menos a nuestras ciudades. Ya veremos que se equivocan, que la cultura y el deporte, el esparcimiento sano en general, son como la medicina preventiva: sirven para ahorrar mucho dinero en el futuro.