Siguen pasando los años y no hay, que yo sepa, una cumbre lagunera sobre el agua. Ciertamente, los empeños de diversos grupos para propiciar el debate serio (lo cual es, en sí, un avance) no han tenido eco en la autoridad ni en los sectores empresariales acusados de agotar las reservas de agua. Atenidos como estamos a la providencia, vemos pues que las décadas se alejan y nos dejan, como dice el bolero, llorando quimeras.
Para ver el desastre social que arrastra la falta de agua ayudan mucho, aunque tristemente, los ejemplos de exterior. La suspensión parcial o total del suministro de agua en muchas colonias del DF, alimentadas por el sistema Cutzamala, es un escenario infernal breve, de 36 horas, pero sirve para graficar el caos que sobreviene en una comunidad grande si el abasto de agua no se da. El agua es, para acabar pronto, todo, la base del sistema productivo, el origen de la vida, de suerte que privar al hombre de tal elemento precipita desastres de todo signo. En una sentencia, la historia de la humanidad es la historia del agua, y al revés.
En el DF, pese a que el corte es relativamente breve, el conflicto devino tiroteo político entre el Gobierno del Distrito Federal y la Conagua. Ebrard y Luege Tamargo se agarraron de la greña a propósito del problema con el agua. Al parecer, la razón le asiste hasta el momento al jefe de gobierno, por lo que las palabras de Luege han sido tomadas como golpeteo político, una muestra más de las ya bien ubicadas mañas del panismo enyunquecido en épocas electorales. Ante las acusaciones de Luege, el gobierno capitalino dio a conocer el oficio de la Conagua en donde queda claro, más claro que el agua, que este organismo notificó al GDF sobre la suspensión de 36 horas.
“[Ebrard] Reseñó que al enterarse de la decisión de Conagua el Gobierno del Distrito Federal se limitó a informar a la población de esta situación y preparar un programa de abasto emergente, sin culpar a nadie ni politizar un tema que es muy serio. ‘Nunca hemos mentido, aquí está el oficio y por supuesto que tampoco exageramos; es un asunto que tenemos que ver con responsabilidad, porque estamos hablando de 400 colonias sin agua en un lapso de más de tres días’”. Asimismo, “Sobre las aseveraciones del director de Conagua en el sentido de que se pierde más por fugas, el mandatario capitalino remarcó que están fuera de lugar porque de 2007 a 2008 el Gobierno del DF ha hecho la inversión más importante en infraestructura hidráulica de las décadas recientes, que incluye el cambio de 600 kilómetros de la red de distribución de agua potable, la renovación de plantas de tratamiento, reposición de pozos y el Acueducto Santa Catarina, entre otros. ‘Ese argumento me parece que es otra vez de tipo político. Se trata de golpear al gobierno de la ciudad y a la ciudad so pretexto de cualquier cosa, más allá de su función’”.
Fuera de lo político o no político, el agua, como pude verse, no puede ser manejada con ligereza. De ella depende la viabilidad primigenia de una sociedad, lo que exige a los políticos un comportamiento serio y responsable, ajeno hasta donde sea posible a la frivolidad electorera que suele caracterizar al gobernante mexicano. Ante tal ejemplo, ¿qué esperan los gobiernos locales para acentuar su interés en el futuro del agua lagunera? ¿Qué tanto sabemos sobre nuestras reservas o sobre los grados actuales de contaminación? ¿Es posible que un consejo de expertos vea la posibilidad de hacer una especie de auditoría científica externa para saber en qué condiciones se encuentra nuestro acuífero? ¿Cuándo hará la autoridad municipal, estatal y federal un esfuerzo profesional para convocar a un debate que arroje luz y compromisos? Parece que estamos esperando cortes y desabastos para que eso pase. Que la sequía nos agarre al menos bien bañados.
Para ver el desastre social que arrastra la falta de agua ayudan mucho, aunque tristemente, los ejemplos de exterior. La suspensión parcial o total del suministro de agua en muchas colonias del DF, alimentadas por el sistema Cutzamala, es un escenario infernal breve, de 36 horas, pero sirve para graficar el caos que sobreviene en una comunidad grande si el abasto de agua no se da. El agua es, para acabar pronto, todo, la base del sistema productivo, el origen de la vida, de suerte que privar al hombre de tal elemento precipita desastres de todo signo. En una sentencia, la historia de la humanidad es la historia del agua, y al revés.
En el DF, pese a que el corte es relativamente breve, el conflicto devino tiroteo político entre el Gobierno del Distrito Federal y la Conagua. Ebrard y Luege Tamargo se agarraron de la greña a propósito del problema con el agua. Al parecer, la razón le asiste hasta el momento al jefe de gobierno, por lo que las palabras de Luege han sido tomadas como golpeteo político, una muestra más de las ya bien ubicadas mañas del panismo enyunquecido en épocas electorales. Ante las acusaciones de Luege, el gobierno capitalino dio a conocer el oficio de la Conagua en donde queda claro, más claro que el agua, que este organismo notificó al GDF sobre la suspensión de 36 horas.
“[Ebrard] Reseñó que al enterarse de la decisión de Conagua el Gobierno del Distrito Federal se limitó a informar a la población de esta situación y preparar un programa de abasto emergente, sin culpar a nadie ni politizar un tema que es muy serio. ‘Nunca hemos mentido, aquí está el oficio y por supuesto que tampoco exageramos; es un asunto que tenemos que ver con responsabilidad, porque estamos hablando de 400 colonias sin agua en un lapso de más de tres días’”. Asimismo, “Sobre las aseveraciones del director de Conagua en el sentido de que se pierde más por fugas, el mandatario capitalino remarcó que están fuera de lugar porque de 2007 a 2008 el Gobierno del DF ha hecho la inversión más importante en infraestructura hidráulica de las décadas recientes, que incluye el cambio de 600 kilómetros de la red de distribución de agua potable, la renovación de plantas de tratamiento, reposición de pozos y el Acueducto Santa Catarina, entre otros. ‘Ese argumento me parece que es otra vez de tipo político. Se trata de golpear al gobierno de la ciudad y a la ciudad so pretexto de cualquier cosa, más allá de su función’”.
Fuera de lo político o no político, el agua, como pude verse, no puede ser manejada con ligereza. De ella depende la viabilidad primigenia de una sociedad, lo que exige a los políticos un comportamiento serio y responsable, ajeno hasta donde sea posible a la frivolidad electorera que suele caracterizar al gobernante mexicano. Ante tal ejemplo, ¿qué esperan los gobiernos locales para acentuar su interés en el futuro del agua lagunera? ¿Qué tanto sabemos sobre nuestras reservas o sobre los grados actuales de contaminación? ¿Es posible que un consejo de expertos vea la posibilidad de hacer una especie de auditoría científica externa para saber en qué condiciones se encuentra nuestro acuífero? ¿Cuándo hará la autoridad municipal, estatal y federal un esfuerzo profesional para convocar a un debate que arroje luz y compromisos? Parece que estamos esperando cortes y desabastos para que eso pase. Que la sequía nos agarre al menos bien bañados.