domingo, enero 20, 2008

Invitación y microrrelato



Va una invitación a quemarropa: pasado mañana 22 de enero espero que mis fieles tres lectores asistan al Icocult Laguna (Juárez y Colón) porque “tendré a bien” (¿quién inventó esta fórmula?) ofrecer la charla denominada “Perfiles del microrrelato”; en ella abordaré algunos aspectos sumarios de la historia, la teoría y la práctica del género también llamado ficción breve o microficción. Nos vemos a las 8 pm. Y no es por nada, pero me esmeraré en preparar unos canapés deliciosos, para que desquiten la vuelta.
Según el boletín promocional, “La trascendencia del microrrelato es notoria en este momento gracias a que numerosos escritores de renombre lo practicaron con asiduidad y fortuna. Figuras como Darío, Lugones, Torri, Filisberto Hernández, Cortázar, Borges y Monterroso destacan entre los más entusiastas promotores de la ficción breve en la historia reciente de nuestras letras. A ellos hay que sumar, obviamente, a un contingente nutrido de escritores vivos como Guillermo Samperio, Luisa Valenzuela, Raúl Brasca y Ana María Shua, entre muchos otros, que han encontrado eco editorial y gran cantidad de lectores”.
A propósito, pues, obsequio un micro futbolero como adelanto a lo del martes. Cae bien, además, por el arranque del campeonato mexicano. Lo trasplanto de mi libro Polvo somos (2006), obra de escuálida circulación:

El sueño de los gordos
Panadería Ortiz fue el nombre del equipo más pintoresco e irreprochable de la Municipal. ¿Cuál era su peculiaridad? Por supuesto, nada relacionado con el buen futbol, sino lo opuesto. Salvo dos jugadores que en el rubro de lo físico podían ser considerados como rellenitos, como robustos, los otros, sus compañeros, eran verdaderamente obesos, unos tamalones que estaban mejor para la ingesta de lonches mixtos que para el balompié.
Verlos sobre la cancha era un banquete, de ahí que sus cotejos siempre gozaran de gran público. No tenían ningún orden táctico, carecían de condición física, ignoraban casi olímpicamente los rudimentos más elementales del futbol, pero en materia de espíritu nadie los aventajaba. Solían perder todos sus partidos, por eso cuando de milagro conseguían un empate lo celebraban como si se hubieran agenciado la Copa Jules Rimet.
Su vocación perdedora no tenía coto, pero esas pertinaces derrotas no lograban achicarlos. Eran entusiasmo puro, desinterés total por el éxito. En la temporada 76-77, por ejemplo, batieron un récord: jugaron 22 cotejos sin renunciar un solo minuto a esos partidos; lo asombroso es que todos los perdieron, y todavía más asombroso es que en ninguno fueran despachados con menos de tres goles. Iban a sus compromisos con una actitud optimista, sin miedos ni resentimientos. La gente, por eso, les aplaudía todo, y gracias a su debilidad eran sin duda los jugadores más ovacionados en los llanos de Gómez.
Durante los doce años que Panadería participó en la liga perdió la mayoría de sus encuentros, empató cuatro y sólo ganó uno. Un partido, sí, y por eso inolvidable. Los Gordos, como les decían, encaraban (es un decir) al poderoso batallón de Hielera Everest. Para Los Gordos era un trámite, claro, pero Hielera sí necesitaban el resultado: los dos puntos aseguraban su clasificación a la liguilla. Pese a ello, Hielera saltó a la cancha sobrado de confianza, adormilado por el triunfo seguro.
El caso es que Hielera se puso arriba con un tanto anotado apenas en el minuto 5. En el minuto 30, sin despeinarse, los de Hielera clavaron el segundo y todo parecía sentenciado; entonces se relajaron. Vino luego el segundo tiempo: Los Gordos hicieron lo que nunca: a trompicones, sin forma, caricaturales, empataron el cotejo. Hielera se fue con todo, pero Los Gordos sellaron su portería y en un contragolpe accidentado se hizo realidad el cuento de hadas. Robusto, Nacho El Tanque Nava tomó el balón, se quitó a un hombre con un quiebre “de cintura” y quedó solo frente al arquero. Trochote pegó un calcetinazo y el balón se fue dando tumbos hacia el gol. A veinte años, todavía hay muchos que siguen sin creer aquel resultado. Da la impresión de que fue un sueño, el sueño de Los Gordos.