Cómo olvidar a Mauricio Garcés, aquel galán trompudo que en Technicolor se la pasaba afirmando “¡Las traigo muertas!”. Pues bien, gracias a ese arquetípico actor de “cine” se me antoja bautizar así al síndrome que ataca desde ahora, todavía prematuramente pero ya con fuerza, a las preprepreprecandidaturas hacia la presidencial del 2012. Para llegar a la competencia por La Grande, es posible que los requisitos sean básicamente dos: 1) Estar cerca del presupuesto; y 2) Tener facha de hombre blanco más o menos (más que menos) bien hecho, tirándole lo más que se pueda a carilindo. Por eso, se dice, Mouriño (¡Kafka, socórrenos!) es el candidato natural del PAN si en los bandos oponentes Enrique Peña y Marcelo Ebrard hacen la chica. Si eso es verdad, y esto nada más lo saben los mercadólogos de la política, quiere decir que muchos quedarán fuera sólo porque dios no se tomó la molestia de maquilarlos de acuerdo a un canon más occidental.
En tal escenario (escenario en el sentido broadwayano del término), quedarían fuera Beltrones y su rostro de Corleone sonorense, AMLO y su figura de señor común y corriente, Germán Martínez y su facha de vendedor de biblias y un largo etcétera que incluye casi a la totalidad de los mexicanos en edad de ser presidenciables. Pero como es temprano, aún hay margen para buscarles alguna nómina a los más connotados galanazos del espectáculo actual, a ver si de allí salen candidatos menos cuestionables que EPN, JCM y MEC del PRI, del PAN y del PRD, respectivamente.
Sin ser conocedor, estas son algunas propuestas para competir en igualdad de condiciones contra la trinidad de papuchos enfilados hacia el 2012. Cabe decir que el factor Peña Nieto —latin lover del priísmo resurrecto— ha provocado que los aspirantes a la presidencia consideren que el requisito básico sea la cara; todo lo demás importa poco. Vengan algunos posibles candidatos.
Ernesto Laguardia. De apariencia siempre juvenil y voz bien timbrada, este actor y conductor sin duda ganaría el voto de la población identificada con la espontaneidad de trato y la sonrisa amable. Ha tenido una vida sana y parece padre de familia asentado. No hay que descuidarlo.
Bobby Larios. Aunque el niurkagate lo marginó un poco de los reflectores y le dejó una mácula de padrote que muchos envidiamos, este ¿cantante, actor y bailarín? tiene cascarón como para atraer el sufragio de muchas jóvenes acostumbradas a soñar con garañones. El gran Bobby podría ser un hit.
Saúl Lisazo. No importa que sea argentino, pues, como a Mouriño, se le puede cocinar la nacionalidad mexicana en una taquería. De apolínea estampa, este actor de telenovelas arrasaría con el grueso de la población madura, sobre todo con las innumerables esposas desesperadas por falta de candela.
Ana de la Reguera. Este destape —lástima que sólo sea preelectoral— es el mejor, porque de paso entraña el elemento genérico en busca de “empoderamiento”. Se trata, como sabemos, de un pedazo de hembra, de un bizcocho delicatessen. Por ella votaríamos todos los hombres sensatos y bien politizados del país.
Luego seguimos con nuestro ejercicio de futurología.
En tal escenario (escenario en el sentido broadwayano del término), quedarían fuera Beltrones y su rostro de Corleone sonorense, AMLO y su figura de señor común y corriente, Germán Martínez y su facha de vendedor de biblias y un largo etcétera que incluye casi a la totalidad de los mexicanos en edad de ser presidenciables. Pero como es temprano, aún hay margen para buscarles alguna nómina a los más connotados galanazos del espectáculo actual, a ver si de allí salen candidatos menos cuestionables que EPN, JCM y MEC del PRI, del PAN y del PRD, respectivamente.
Sin ser conocedor, estas son algunas propuestas para competir en igualdad de condiciones contra la trinidad de papuchos enfilados hacia el 2012. Cabe decir que el factor Peña Nieto —latin lover del priísmo resurrecto— ha provocado que los aspirantes a la presidencia consideren que el requisito básico sea la cara; todo lo demás importa poco. Vengan algunos posibles candidatos.
Ernesto Laguardia. De apariencia siempre juvenil y voz bien timbrada, este actor y conductor sin duda ganaría el voto de la población identificada con la espontaneidad de trato y la sonrisa amable. Ha tenido una vida sana y parece padre de familia asentado. No hay que descuidarlo.
Bobby Larios. Aunque el niurkagate lo marginó un poco de los reflectores y le dejó una mácula de padrote que muchos envidiamos, este ¿cantante, actor y bailarín? tiene cascarón como para atraer el sufragio de muchas jóvenes acostumbradas a soñar con garañones. El gran Bobby podría ser un hit.
Saúl Lisazo. No importa que sea argentino, pues, como a Mouriño, se le puede cocinar la nacionalidad mexicana en una taquería. De apolínea estampa, este actor de telenovelas arrasaría con el grueso de la población madura, sobre todo con las innumerables esposas desesperadas por falta de candela.
Ana de la Reguera. Este destape —lástima que sólo sea preelectoral— es el mejor, porque de paso entraña el elemento genérico en busca de “empoderamiento”. Se trata, como sabemos, de un pedazo de hembra, de un bizcocho delicatessen. Por ella votaríamos todos los hombres sensatos y bien politizados del país.
Luego seguimos con nuestro ejercicio de futurología.