sábado, enero 19, 2008

“&/ $(/+%¨^]%”: Ana Guevara



Con una oratoria que ni Demóstenes ni Cicerón envidiarían, Ana Gabriela Guevara radiografió a nuestro deporte en unas cuantas pinceladas notablemente influidas por la picardía mexicana. Mandó al gallito inglés, es decir, a navegar en un velero bergantín a los funcionarios disfuncionales que se encargan de regentear los destinos atléticos de la patria. Florida, Guevara echó pestes sobre todo contra Carlangas Hermosillo, el Grandote de Cerro Azul cuyo mejor gol fue anotado en el calderonismo gracias a un excelente remate de lambisconería.
No es necesario ser barón de Coubertain para advertir que la Saeta de Sonora, pese al ex abrupto, tiene razón. Años, sexenios han pasado y siguen pasando sin que nuestro deporte haga verdadero ruido internacional. Claro, de repente salen figuras como el Sargento Pedraza o Daniel Zaragoza (nuestro famoso bulldog de Tacubaya) o Soraya Jiménez o la misma Guevara, pero siempre han sido llamaradas de petatiux, esfuerzos que parecen más individuales que apoyados en estructuras deportivas institucionales. Si eso no fuera cierto, habría medallas constantes en alguna disciplina, lo que jamás ha ocurrido, salvo en el caso, un poco, de la marcha hasta que en años recientes los jueces, como si fueran tránsitos de Gómez, asediaron a nuestros andarines por no traer las pisadas en regla.
China está a la puerta y de nuevo podemos encender una ilusión guajira de preseas. ¿Cómo las vamos a ganar si los países que se preparan en serio para la competición olímpica montan equipos de profesionales y hacen de la ciencia un complemento indefectible para el triunfo? No se puede contra lo que no se puede, y perdón por el fatalismo rulfiano. Esperaremos, eso sí, a que algún indígena superdotado y riñonudo gane plata o bronce en canotaje luego de recibir, desde su infancia, una dieta consistente en maíz, frijol y cocas, todo complementado con nutritivos nopalitos; o que algún clavadista logre hacer sombra a los chinos que caen como dagas en la piscina y no les gana ni Acuamán; si eso pasa, ya sabemos que la tele los devorará para, bien masticados, mostrarlos como ejemplos a seguir por la juventud de la nación y para medio justificar el trabajo de los dirigentes. De esas migajas —una medallita por aquí, otra por allá— a organizar el atletismo con visión se abre el mismo abismo que hay entre la fortaleza física de Fabiruchis comparada con la de Teófilo Stevenson, el imbatible Bombardero de Las Tunas, Cuba.
Después del periodo gris de Nelson Vargas, tan pobre en resultados como todo el foxismo, llegó al changarro Carlos Hermosillo, personaje dotado de una experiencia nula en administración del deporte. El ex goleador es al deporte olímpico, toda proporción, lo que Sari Bermúdez fue el sexenio pasado para la cultura: nada, pero aún así el veracruzano ocupa un despacho de alto rango en el actual gobierno. Esa improvisación, aunada a la corrupción que carcome atávicamente las instancias deportivas mexicanas, es la que mantiene fritos a nuestros atletas, de ahí que lo expresado por Guevara con retórica verdulera no fue nada afortunado en su forma, pero vaya que es cierto en su fondo.
Mientras Ana Gabriela mienta madres al más prístino estilo de Chatanooga en La Pulquería II, ya me preparo el segundo caguamón del día. En eso sí pocos nos ganan. Somos medallistas en levantamiento de pomos. Y lo más asombroso: sin entrenar.