Saúl Rosales recibió ayer martes un
reconocimiento por sus 85 de su edad, que cumple hoy. Parejamente nos hicieron tres
preguntas sobre él; esto es lo que anoche respondí:
Iba a escribir un comentario sobre el
homenajeado porque nunca he confiado en la espontaneidad, de allí la distancia
que he mantenido con los medios electrónicos en los que surgen las preguntas y,
al responderlas de volea, siempre me queda la sensación de desorden. Es
probable que también sea poco persuasivo aquello que escribo frente al sosiego
de mi teclado, pero sin duda las cuartillas me infunden una pizca de
tranquilidad, tal y como ocurría con los acordeones ante los espantosos
exámenes de la preparatoria. Dado que el pasado domingo llegaron las preguntas,
lo que haré es responderlas según mi insana costumbre: por escrito.
¿Cómo
conocí a Saúl Rosales?
En agosto de 1982 entré a simular que estudiaba
la carrera de Comunicación sólo porque en el programa había muchas materias de
literatura, pues ya entonces era lo que más me interesaba. Sin que yo lo
supiera, poco tiempo antes, en 1981, se había dado la coincidencia de que Saúl regresó
a La Laguna luego de su radicación de veinte años en la Ciudad de México. Acá,
además de conseguir una pequeña chamba como corrector de estilo en el diario La Opinión, Saúl se hizo de unas clases
de literatura en la escuela donde yo estudiaba, así que el azar me lo asignó
como maestro. Por esos mismos años ocurrieron dos hechos importantes: Saúl
comenzó a coordinar el suplemento Opinión
Cultural, donde publiqué por primera vez unos poemas de cuyo contenido no
quiero acordarme, y además me regaló su primera publicación, una plaquette titulada Vestigios de Eros, el primer libro que me obsequió un escritor. En
ese momento comenzó nuestra amistad, hace poco más de cuarenta años. Yo tenía
19; Saúl, 43. Lo que sucedió entre aquellos años y este día ha sido una vida:
muchos libros, muchas conversaciones, muchos amigos comunes, muchas mesas como
ésta, muchos malabares para la supervivencia, muchos fracasos de todo tipo y
una matriz ideológica similar.
Háblenos
de un libro, obra de teatro o artículo que desee destacar de Saúl Rosales.
Tengo y he leído casi entera la obra de Saúl y
creo que nadie ha escrito más que yo sobre sus libros y su gravitación en el
alma de La Laguna. Incluso he editado al menos siete u ocho títulos de su
producción. Por razones distintas, en todos ellos encuentro aciertos, belleza e
inteligencia, tanto que me resulta muy difícil decidir qué libro de Saúl podría
destacar para no malgastar esta pregunta. Sólo porque lo edité y porque en él
están implícitos algunos rasgos que me hermanan ideológicamente con Saúl (su
ateísmo, su filiación de izquierda, su horror patológico ante la desigualdad y
la explotación, su anticlericalismo, su admiración a Marx, entre otras
afinidades), menciono el libro que decidimos trazar en el cincuenta aniversario
del asesinato perpetrado contra Raúl Ramos Zavala, torreonense y fundador
ideológico de la Liga Comunista 23 de septiembre.
¿Por
qué Saúl Rosales es importante para la cultura en La Laguna?
Porque su obra (y por “obra” me refiero a sus
libros y a su magisterio) a muchos nos hizo ver la importancia de la literatura
como vehículo conductor de dos valores: el manejo de la palabra para generar
belleza, en primer lugar, y, en segundo, el poder que la literatura tiene para
humanizarnos, para despiojarnos el espíritu, para ayudarnos a conocer mejor la
viscosa condición humana. Esto es, creo,
el mejor aporte de Saúl a nuestra cultura.
Ahora bien, en lo estrictamente personal mi gratitud tiene muchas vertientes, pero la que más aprecio de Saúl es su ininterrumpida amistad. Alguna vez le pidieron a Yupanqui que diera una definición de amigo, y el poeta y cantor respondió de una manera inmejorable: dijo que un amigo es uno mismo en otro pellejo. Puedo afirmar entonces que mucho de mi maestro y amigo Saúl habita en mí, que de alguna misteriosa forma y al menos parcialmente yo soy él, nomás que en otro pellejo.
Nota. Gracias a Jorge Luis Gaytán por la foto que encabeza este post. En la mesa participamos Saúl Rodríguez, Nadia Contreras, Ruth Castro, Arcelia Ayup, el homenajeado y yo. La sede del homenaje fue la biblioteca municipal José García Letona, Torreón.

