Como en Torreón —toda proporción guardada—, tengo ubicadas en Buenos
Aires dos o tres librerías de viejo. El lunes recalé en una de ellas y luego de
un rato ya tenía mi lote de compra bien seleccionado cuando al esculcar en un
anaquel inferior di sin querer con un libro de José Pedroni (Gálvez, Provincia
de Santa Fe, 1899-Mar del Plata, Provincia de Buenos Aires, 1968). Sentí una
iluminación, el encuentro de una inesperada alegría en mi tarde bibliográfica por
la avenida Corrientes.
El libro es Gracia plena (Colmegna,
Buenos Aires, 1976), y el autor, uno de mis ídolos cuasisecretos desde hace más de dos décadas. Lo descubrí
gracias a un caset grabado artesanalmente. Contenía canciones interpretadas por
Jorge Cafrune, a quien hoy también admiro. En varias de las piezas, el Turco Cafrune se daba a recitar, más que
a cantar, poemas de Pedroni.
Gracias a la voz del cantante llegué pues al poeta santafecino, y desde
entonces comencé a buscar sus obras en el único espacio a mi alcance: internet.
Aunque en medio se dieron al menos seis viajes a la Argentina, nunca vi nada
disponible de Pedroni, casi como si estuviera enterrado en el olvido por sus
paisanos.
De ahí mi felicidad del lunes 13. Por la miserable cantidad de 1800
devaluados pesos argentinos (hoy no más de 40 pesos mexicanos) me llevé Gratia plena, el primer y por hoy único
libro de Pedroni que ahora puedo hojear.
“Gaucho”, un poema que adoro, no está en este libro, pero en momentos de
diálogo con mi sombra no es infrecuente que se escape de mis labios alguno de
sus versos, como una oración, como un secreto nexo entre el autor lejano y mi
cabeza que lo piensa desde la remota Comarca Lagunera. Termino esta confesión
de mi alegría con un fragmento de “Gaucho”:
“¿Dónde la voz que diga ¡Por aquí! / en nuestra amarga tarde; / dónde la voz de valeroso rumbo, / que nos enanque / y el ala del sombrero / otra vez nos levante? / Fuerza que se ha alejado de nosotros, / por el mañana, ¡hágase! / Vénganos otra vez, / ¡oh, gaucho!, tu coraje. / Vénganos tu conciencia del deber. / Vénganos tu arranque. / Tu cuchillo de fuego. / Tu altivez, tu donaire. / Tu canto de jilguero. / Tu baile. / Tu corazón de niño. / Tu ángel. / ¡Vénganos sobre el campo, / por el aire!”