Saúl
Rosales cumplió ochenta años el pasado jueves 29 de octubre. Nació en Torreón
el mismo mes y el mismo año, lo digo como coincidencia onomástica, que Lennon
(el 9) y Pelé (el 23), sólo, pues, con algunos días de diferencia. Él es, como
muchos sabemos sobre todo en La Laguna, uno de los escritores más queridos y
respetados en nuestra comunidad, acaso el hombre a quien en la literatura
lagunera mejor le calza el título de maestro. Lo ha sido, y amigo también, de
muchos que con mayor o menor talento y fortuna ejercemos aquí el oficio de
escritores, y creo que en general le tenemos una mezcla pareja de admiración,
cariño y gratitud.
De
Saúl he dicho y escrito mucho, y creo que me ha cabido en suerte, no sé, ser
uno de sus amigos literarios más cercanos desde hace casi cuarenta años. En los
más recientes he tenido además la suerte de trabajar junto a él en la edición
de sus libros, lo que nos ha llevado a conversar durante muchas horas no sólo
de literatura, sino de todo lo que le/me interesa. Aunque de natural, digamos,
melancólico, Saúl es un tipo con extraordinario sentido del humor, agudo
siempre en sus observaciones sobre lo que le rodea y un obsesivo apasionado de
la palabra. Ha sido, también lo sabemos, un espíritu abierto a las
manifestaciones más altas del arte en la música, el teatro, la pintura, de lo
que ha escrito mucho, y esto no significa que desdeñe el arte popular cuando en
él nota autenticidad y vena. Son abundantes pues los elogios que puedo volcar a
su persona, pero no necesito hacerlo porque ya lo he hecho en muchos foros y
espacios impresos, además de que él sabe bien que el afecto que le tengo viene
de muy lejos y es genuino.
La
suma de sus libros, sólo de sus libros, alcanza veinte títulos. De temas
misceláneos (como él denomina este rubro), están Dichos de Sor Juana; Sor
Juana. La Americana Fénix; Un año con el Quijote; Don Quijote,
periodistas y comunicadores; Cronistas,
historiadores y crónicas; Mi
iconografía del barrio de Yáñez; Jales sobre habla lagunera; Poesía de la
música grande; El
guerrillero Raúl Florencio Lugo; Reseñas y señales de narrativa y
poesía laguneras y Jesús
Morales Hernández. Un vikingo en la guerrilla urbana.
De cuento, Autorretrato con Rulfo,
Memoria del plomo y Vuelo imprevisto. De poesía, Vestigios de Eros, Floración del sueño, Dialéctica de la pasión y Recolecta en el ocaso, además de la
novela Iniciación en el relámpago y
la obra de teatro Laguna de luz.
Aunque es una producción a un tiempo vasta y valiosa, la obra dispersa de Saúl
en artículos y otros materiales para la prensa alcanzaría para fraguar varios
libros más.
Además
de todo lo anterior, uno de los flancos más importantes de su trabajo como
hombre literario ha estado hondamente marcado por la docencia y la edición. Saúl
ha sido, desde su retorno a La Laguna en los albores de los ochenta, un
incansable editor de publicaciones en las que muchos han visto su obra impresa
por primera vez (me cuento entre ellos) tanto en suplementos culturales como en
revistas y libros. Podemos mencionar, sólo como ejemplos, el suplemento Opinión Cultural, El Juglar de la UAdeC, la revista Estepa del Nazas y libros colectivos de cuento, ensayo y poesía que
han nacido de su entusiasmo por difundir la escritura ajena, sobre todo de los
jóvenes.
A
los ochenta de su edad, puedo decirle de mi parte gracias, Saúl, por tanto, por
todo lo que me, por todo lo que nos has dado. Nos quedan aún muchas
conversaciones por delante.