Casualmente hace poco, a propósito
del refrán “debajo de mi manto, al rey mato”, mencioné un valioso libro de
Nieves Rodríguez Valle, investigadora de la UNAM. La doctora observa lo
siguiente: “El primer refrán del Quijote
I aparece en el Prólogo y, significativamente, es ‘Debajo de mi manto, al rey
mato’ (I, Prólogo, p. 51 ). Este refrán en su nivel metafórico, como todos los
refranes, expresa una generalización que se aplica a una situación determinada,
en donde el manto no es literalmente un manto, ni el rey un rey; el manto
representa lo que puede cubrir, proteger, esconder, y el rey se presenta como
la metáfora de lo más poderoso e infranqueable, lo intocable, la autoridad, la
censura”.
La cita procede del libro Los refranes del Quijote: poética cervantina,
vivisección pormenorizada de los dichos que acumula torrencialmente el Quijote a partir del mencionado “debajo
de mi manto, al rey mato”. Destaco una sutileza visible en el título de la
doctora Nieves Rodríguez: al decir que los refranes son parte de la poética de
Cervantes se afirma, puesto que la poética es, digamos, el modo esencial que
tiene un autor de insuflar literatura o belleza a su palabra, que la obra de
Cervantes está signada por tal recurso, el del refrán.
Este procedimiento no es, de hecho, patrimonio
exclusivo de Cervantes. Casi puedo asegurar que se trata de un ethos, palabra griega que suele ser
usada para designar al conjunto de rasgos y modos de comportamiento que
conforman el carácter o la identidad de una persona o una comunidad. Esto
quiere decir que el uso de refranes, y en general el modo aforístico,
atraviesa, permea la obra de casi todos los escritores del Siglo de Oro y su
luz se extiende algunas décadas más adelante, pues todavía puede advertirse en
las maneras de Sor Juana y otros escritores hispanos como Gracián o Feijoo, o
novohispanos como Sigüenza.
¿Y en qué consiste el estilo aforístico?
En su Diccionario de retórica y poética,
Helena Beristáin, de la UNAM, apunta que el aforismo (también llamado apotegma,
sentencia, refrán, adagio, máxima y proverbio) es una “Breve sentencia
aleccionadora que se propone como una regla formulada con claridad, precisión y
concisión. Resume ingeniosamente un saber que suele ser científico, sobre todo
médico o jurídico, pero que también abarca otros campos”, y añade que “se
origina en la experiencia y la reflexión”.
Tal es el estilo de Sor Juana, o al menos
un rasgo saliente del estilo de Sor Juana, como bien ha subrayado Saúl Rosales
en un libro de título inequívoco: Dichos
de Sor Juana. Este nuevo libro glosa renglones aforísticos de la obra de la
escritora novohispana. Para acometer su materia, el autor ha seleccionado
fragmentos de Sor Juana en los que es posible advertir la sonoridad de una
sentencia, dicho o paremia, con su consiguiente lección moral. La paremiología
es, según la RAE, “tratado de refranes”, y el ensayista lagunero observa lo que
de paremiológico hay en la obra de quien escribió Primero sueño. El resultado es un libro que nos abre amplias
ventanas a la agudeza de la Décima Musa, a su finísima mirada sobre la
condición humana.
En su advertencia, el autor señala
que es “propósito de este libro acercar lectores a la obra de Sor Juana
mediante giros lingüísticos que la puedan hacer aparecer próxima (prójima, o de
la familia). Los dichos de Sor Juana reunidos en estas páginas proceden de
poemas, obras para teatro versificadas y dos misivas: la Repuesta a Sor
Filotea y la Carta a Núñez”.
Se trata entonces de 138 “dichos” de
Sor Juana que el escritor lagunero entresacó para nosotros, todos con un
comentario que los desmenuza clara, puntualmente, para hacerlos accesibles al
lector de a pie, lector acaso menos habituado a moverse en el castellano del
Barroco. Muchas veces, y esto lo he percibido con mis alumnos, el léxico y la
sintaxis del español antiguo son barreras que parecen infranqueables. Muchos rechazan los Diarios de Colón o las Cartas de Cortés o la Historia verdadera de Bernal e incluso El Buscón de Quevedo porque esos señores
escriben “muy raro” y no se les entiende, e incluso porque tienen “faltas de
ortografía”. Si a esto añadimos la voluntad barroca de escritores como Góngora
o Sor Juana, los lectores menos curtidos se agachan y se van de lado, reculan
ante tal goce. Este alejamiento es lo que quiso evitar Alfonso Reyes al prosificar
La fábula de Polifemo y Galatea, de
Góngora, en un libro que se llama El
Polifemo sin lágrimas, o ahora, entre nosotros, Saúl Rosales con Dichos de Sor Juana, que es casi como
decir “Sor Juana sin lágrimas”.
Doy un solo ejemplo, no sin reiterar
que hay 138 equivalentes en el libro. Tras citar los versos “Cegar por mirar al sol / es gloria del animoso”, Rosales Carrillo
acota: “Cuando se fracasa en un importante propósito es grato recibir alguna
consolación. La máxima de Sor Juana que titula estas palabras parece adecuada
para ello, para atenuar los efectos de la frustración”. Luego, poco más
adelante, abunda: “Quien se haya propuesto ganar una competencia deportiva y no
lo haya conseguido, quien se haya propuesto titularse como universitario sin
lograrlo, quien haya pretendido obtener una casa para su familia sin obtenerla,
quien haya intentado escribir un buen libro y haya fracasado, quien haya
querido conquistar una pareja sin éxito —y miles de mejores ejemplos— podrían
ser consolados con paremias como ésta: ‘Cegar
por mirar al sol / es gloria del animoso’”.
Leer Dichos de Sor Juana es, por todo, acercarnos a nuestra escritora
mayor, rozar su grandeza; Saúl Rosales nos lleva de la mano a su aforística con
comentarios que, estoy seguro, permanecerán en nosotros como “Cegar por mirar al sol / es gloria del
animoso”. Animémonos pues a mirar el sol que fue, que es, que seguirá
siendo Sor Juana, escritora “cuya fama y cuyo nombre se acabará con el mundo”,
como la ponderó Sigüenza.
Comarca Lagunera, 16, octubre y 2020
*Texto leído el 16 de octubre de 2020 en la ceremonia de reconocimiento a Saúl Rosales con motivo de su ochenta aniversario. Participamos Arcelia Ayup Silveti, Salvador Hernández Vélez, Saúl Rosales y yo. Fue organizado en el campus de la UA de C por la Secretaría de Cultura de Coahuila y la UA de C.