El
decatlón, lo sabemos, es una disciplina olímpica que agrupa diez competencias: cuatro carreras, tres lanzamientos y tres saltos. Se
trata pues de una justa que cada cuatro años pretende hallar al atleta con
mayor número de capacidades combinadas entre la fuerza, la resistencia y la
velocidad. Esto significa que el decatlonista no es el más rápido ni el más
fuerte, sino un sujeto que gracias a su complexión y su entrenamiento puede
equilibrar dignamente los resultados tanto de rapidez en una carrera de
velocidad como de fortaleza en una de lanzamiento. Es, digamos, una especie de mecano
multidisciplinario, un renacentista de la actividad física.
Debo confesar que siempre he sentido envidia de ese
deportista; dicho sea de paso, por ser el de complexión más escultórica, pues
no es ni fortachón como el lanzador de martillo ni flacucho como el
maratonista. El equilibrio es, digamos, su medida, y manejarse bien en varias
pruebas es su meta. Como él, sé que muchos tenemos algún conocido que le tira a
todo y todo lo hace holgadamente bien. Esos tipos no abundan, claro, y menos en
este época de hiperespecialización, pero todavía los hay. Un caso que tengo a
la mano es el de Enrique García Cuéllar (Torreón, Coahuila, 1949), quien como
buen decatlonista de las ideas y el arte ha sabido moverse sin miedo y con
solvencia entre muchas disciplinas, como lo evidencia no sólo su currículum,
sino su diaria y poliédrica actividad.
Periodista, maestro, músico, dibujante, publicista, asesor
político, músico (otra vez, pues toca más de un instrumento), pedagogo, poeta,
García Cuéllar es una demostración tangible de que la capacidad humana no tiene
por qué conformarse con uno o dos apetitos. Si hay curiosidad y entusiasmo, en
el continente de un solo cuerpo pueden caber muchos contenidos, tal y como
ocurre con el humilde vaso de la infancia en el que tomábamos de todo.
Enrique García Cuéllar egresó de la Primaria
Centenario, de la Secundaria Venustiano Carranza y de la Preparatoria Andrés
Osuna, esto en Torreón, Coahuila. Luego hizo su licenciatura en Ciencias y
Técnicas de la Comunicación en la Universidad del Valle de Atemajac, donde
obtuvo mención honorífica. Hizo estudios de Semiología en el Tec de Monterrey y
de Lingüística en la Universidad Autónoma de Chiapas, y durante décadas ha sido
articulista en varios periódicos y revistas; ente otros medios, ha trabajado
para El Sol de México, donde fue
director. Autor de libros como Nuestro modo, Ortografía chaiapaneca y Cuando el imperio de la ley llegó a Chiapas,
en Facebuquismos, obra que prologan
estos párrafos, nos regala una selección de apuntes misceláneos.
Aguijado por sus lectores, que en algunos casos también son
sus amigos, el lagunero se animó a reunir lo que parece insólito: estados o posts publicados originalmente en Facebook. Lo que podría parecer
una frivolidad es lo contrario: gracias a esta selección advertimos que en un
espacio generalmente usado para el texto apresurado y mal escrito, para la
broma fácil o la injuria con aberraciones ortográficas y sintácticas, para el meme o el gif que arrancan una risa e inmediatamente pasan al olvido, pueden
aparecer textos bien escritos y bien pensados, propuestas de debate con los
pelos bien peinados, críticas aseadas en su forma y nobles en su contenido.
Los estados de
García Cuéllar en Facebook, como se puede comprobar en este libro, nadan a
contracorriente de lo que solemos encontrar en las redes sociales, y he allí su
aporte, su novedad, el lujo que significa ser amigo o contacto de
García Cuéllar y despertar a diario con dos, tres, cuatro o cinco microtextos
que no pasan inadvertidos, que motivan opiniones y forman/educan en el sentido firmemente
didáctico de estas dos palabras.
En las redes sociales nuestro autor despliega su variopinta
enciclopedia, su bien amueblada inteligencia, su calidad de decatlonista
espiritual, y de vez en vez también su enojo ante la escritura pedestre, ésa
que conjuga inmejorablemente la pésima forma con el fondo malintencionado o
bravucón, que él tanto detesta.
Fui uno de los que recomendaron a García Cuéllar la
recolección y puesta en libro de sus comentarios facebookeros. Me alegra que
haya escuchado la sugerencia y tengamos hoy aquí, en papel, el fruto de su
incesante reflexión.
Comarca
Lagunera, 3, agosto y 2017
Nota. Prólogo a Feisbuquismos, Tuxtla Gutiérrez, 2017.