Mi boleto era de la fila D en la zona verde, un buen lugar para ver la
pelea de campeonato. No el más caro, por supuesto, pero sí cercano al
ring. Se enfrentarían Ismael Burrito Gómez contra Alberto Misil Aguirre por el fajín de peso gallo
del Consejo. Yo no tenía favorito, pero me inclinaba levemente a favor de Gómez
sólo porque en teoría era el más débil. El título estaba vacante y se
pronosticaba una pelea de órdago. Despaché las preliminares sin mayor emoción, dándole
con gusto a la cerveza. Así llegó el pleito estelar y con él Isabel a la
primera fila. Isabel lucía espectacular, casi una artista. Traía una falda brillosa,
como de oro, untada a su descomunal derrière.
Pese a sus cuarenta y cinco se conservaba como si dios no quisiera maltratarla,
un cromo. Puedo asegurar que incluso estaba mejor que antes, cuando fuimos
novios. Ya desde entonces, a sus veintitantos, era ambiciosa. Jamás dejé de
pensar que, de hecho, me cortó porque aspiraba a más, pero no pude probarlo
porque poco tiempo después consiguió un trabajo fuera de la ciudad y le perdí
el rastro. Pasados los años, un amigo común me dijo que Isabel había pegado el
brinco del barrio al paraíso, pues se agenció un millonario, un cacique de
Zacatecas. En teoría eso no debía dolerme, pero lo hizo. Muchos años pensé lo
mismo cuando el recuerdo me la traía a la mente: la perdí por falta de plata.
Pero yo no estaba muy seguro de que ella estaba bien, feliz y orgullosa de ser
la propiedad de alguien, una cosa. Ella y su mono llegaron pues a la primera fila y de
inmediato noté la pleitesía del acomodador y de otros personajes: el tipo era
tan importante que se daba el lujo de llegar hasta la última pelea y le
respetaban los asientos. Isabel, insisto, lucía como actriz en alfombra roja, y
su dueño era un bigotón de pelo en pecho, esclava en la muñeca y Stetson negro.
Sus conocidos lo saludaban con respeto y frente a Isabel bajaban la cabeza.
Sentí impotente rabia. Cuando comenzó la pelea, vi que el tipo le iba al
Burrito, y entonces, de manera natural, cambié mi preferencia, me incliné por
el Misil. Fueron suficientes dos ganchos para que el Burrito liquidara, por KO
efectivo en el tercer asalto, al bulto Aguirre. Hay tipos que siempre ganan
todo. El bigotón era uno de ellos.