La
“Figura 68” (Torre de radioemisión vista desde abajo, foto de László Moholy-Nagy) del
libro Punto y línea sobre el plano,
de Vassily Kandinsky, me perturbó. Se trata de una imagen en la que se
entrecruzan varias vigas de metal, lo que configura un todo sin orden aparente.
Es uno de los muchos elementos gráficos que Kandinsky suma a sus teorizaciones
sobre el constructivismo. Lo cito por una razón: esa torre es idéntica a la que
años atrás vi desde esa misma perspectiva y en la que supuse iba a perder la
vida. Todavía hoy, muy frecuentemente, pienso en aquellas horas. Salí de la
galería como a las ocho de la noche, y estaba a punto de llegar a mi Focus
cuando tres hombres me cayeron por la espalda. Oí una voz y al mismo tiempo
sentí una cosa fría y dura en el cuello, detrás de la oreja derecha: “No se
mueva, no mire”. De inmediato acaté la orden. Una manaza me agachó la cabeza y
caminamos a un vehículo. Sólo pude ver los zapatos de quienes me detenían. Me
subieron y en todo momento indicaron que no mirara, que mantuviera el cuerpo
encorvado. Conjeturé: era una confusión. Ese día llevé mi saco más elegante, pues
recibiría al arquitecto Aranguren. Sin problemas cerramos el trato por dos
cuadros que le gustaron mucho, y se fue. Noté que, bien observados, parecíamos
parientes, por lo menos primos: el pelo largo, ensortijado y canoso, la misma
estatura, el saco azul y la camisa blanca. Todavía contesté algunos mails en la
galería, afuera se hizo de noche y al salir pasó lo que pasó. Era una
confusión, sin duda. Nos detuvimos en un paraje oscuro. Me dejaron un rato en
el coche y bajaron a deliberar. Oí que discutían, pero no entendí nada. Poco
después me bajaron, caminamos un rato en la penumbra y llegamos a una torre. Me
echaron las manos atrás, me amarraron a una pata de la torre y se largaron.
Pensé que volverían a terminar con todo, pero no. Tuve mucho frío y sentí que
en cualquier momento me atacarían las alimañas. Asombrosamente pude dormir, y
amaneció. Durante la mañana vi la torre desde abajo, ya con la espalda tiesa de
dolor. Cuando estuve seguro de que no volverían, me zafé del nudo. Todavía eché
un vistazo a la torre y huí a tumbos. Hoy, dos años después, encontré la imagen
del húngaro Moholy-Nagy
y recordé todo con renovado horror.