Hoy concluyó la exposición "Un viaje hacia lo perfecto de lo imperfecto" montada en Cimaco Cuatro Caminos, de Torreón, por Manolo Herrera. Por su invitación, escribí las palabras que aquí también comparto junto con cinco de las fotos.
Manolo Herrera: el descubrimiento de lo inmediato
Como cualquier herramienta, la fotografía puede servir para muy
variados objetivos. Los dos más comunes son, quizá, informar (como periodismo)
y producir goce (como arte). Hay otros propósitos, claro, pero las dos
vertientes mencionadas son las principales. En el caso de las fotos realizadas
por Manolo Herrera destaca el fin artístico y otro más sutil: el de descubrir. Tras
recorrer su exposición podremos experimentar el tenue estremecimiento que suele
producir el arte en el interior de la sensibilidad. Algo hay de etéreo, de
indefinible en estas imágenes, tanto que no necesitamos explicaciones para
disfrutarlas. Ahora bien, sin nos damos a la tarea de buscar una razón para
entender por qué estas fotos nos producen placer, creo que podemos encontrarla
y es aproximadamente esta: porque todas develan la belleza de lo inmediato.
Allí donde muchos sólo vemos un muro, una puerta, una ventana, una escalera, un
animal, una sombra, un anuncio, un deterioro, una pareja, un rostro, un
firmamento, Manolo ve algo más. No es, como pudiera pensarse, un asunto de mero
encuadre, de mero acabado cromático, de mera técnica, sino algo más profundo
que me atrevo a denominar mirada poética.
En efecto, la mirada de Manolo halla poesía en lo elemental y arte en lo que
aparentemente no la tiene. Gracias a esto, en sus imágenes descubrimos que lo cercano,
visto con ojos atrevidos, puede ser revelador, sorpresivo, inaudito incluso.
Por esto, las fotos de Manolo nos enseñan a mirar, a descubrir la belleza escondida
que todos —con cámara o sin ella y en cualquier lugar— tenemos al alcance de la
vista.