¡Chiquita
y no te la acabas! Guía práctica del albur fue publicado este año con el
sello de Cinar Ediciones S.A. de C.V. Su autor es Martín Durán, de quien la
solapa nos informa que nació en el DF hacia 1972 y ha sido bajista en grupos
como Monocordio, El Palomazo Informativo y Mantarraya. Además, que ha operado
como guionista radiofónico, columnista y actor de “nivel (secundario)”; también
que le ha hecho al ingeniero de audio para Santa Sabina, Julieta Venegas y Ely
Guerra. La segunda solapa observa que “Se considera a sí mismo un soñador
porque necesita por lo menos doce horas de descanso para sentirse más o menos
en onda”. Asimismo, apunta que “es la única persona viva conocida que ha
escrito más libros de los que ha leído”.
Como podemos apreciar, las
solapas anuncian el tono jocoso que los lectores hallaremos en un libro
dedicado al tema de la jocosidad en este caso envasado en frases con doble
sentido, en los llamados albures que se han convertido desde hace décadas en un
divertimento habitual sobre todo entre los hombres nacidos aquende nuestras
fronteras.
Tengo para mí que la cultura del
albur es chilanga, y que desde allí, gracias a los medios de comunicación, pasó
a simpatizar a todos los mexicanos que en el relajo cotidiano juegan y quieren
humillar risueñamente a sus cercanos. No digo nada nuevo. Igual, que en el
albur, para que lo sea, siempre deberá estar presente, de manera alusiva, el
falo y todos los orificios que en el ser humano hay. No por otra razón el albur, al
ser del dominio casi exclusivo de los machos, se deja penetrar —dicho esto sin
albur— por insinuaciones homosexuales, es decir, en él gana el macho que se
coloca como activo frente al vencido que para serlo debe quedar en una posición
pasiva, todo esto, por supuesto, en freudiano sentido figurado.
El lagunero Gilberto Prado Galán
colabora en el prólogo del libro, y luego de sus palabras nos internamos en las
honduras del albur puesto en acción. Un poco como la Picardía mexicana de Armando Jiménez, su famosísimo predecesor, ¡Chiquita… avanza por secciones bien
definidas: nombres impropios, lugares, medicinas, pájaros y chiles, flores y
frutos, y al final una estancia dedicada a “oficios” armada con breves
historietas espléndidamente dibujadas por Jorge Aviña.
No hay terreno para alburear en
el breve espacio de esta columna. Sólo diré que es un libro ya reseñado muy
elogiosamente por el gran escritor Agapito Veles Ovando oriundo de Tejeringo el
Chico.