Cuando
lo atraparon pensé, quizá como muchos, que se trataba de una ficción. No he
dejado de creerlo porque en México todo es posible, incluso que se diga la
verdad. Como me quedé con esa idea en la cabeza (que la captura del Chapo había
sido una ficción, una más entre las muchas que todos los días disemina nuestro
gobierno para mantenernos entretenidos) sentí pertinente que yo también tenía
derecho a escribir una. Se me ocurrió entonces la obvia: un hombre es chupado
por las fuerzas de seguridad para representar el papel del c(h)apo.
Escribí
el cuento unas semanas después de la “captura” en Mazatlán y lo tengo
archivado, inédito porque en el fondo no me agrada el tema. Ahora, desde el
sábado pasado, estoy en Buenos Aires y acá los noticieros han hecho eco de la
fuga. Lo que me asombra es la imprecisión o la vaguedad que cunde en los
mensajes, como eso de que Toluca es un estado. Para los informativos de acá
todos los boletines oficiales mexicanos son verdad, casi como si los redactara
dios. Yo, entretanto, leo y oigo atravesado por el peor de los escepticismos,
el mismo escepticismo que en su momento me llevó a escribir un cuento sobre la
extraña detención. He aquí, nomás, el segundo párrafo de mi relato:
Ni siquiera tomó la precaución de lanzar
una mirada previa hacia la calle. Abrió la puerta de repente y así como la
abrió, sin decir ni siquiera buenas tardes, unos gorilas entraron a su
encuentro y lo rodearon. Otros os buscaron a la señora y la hallaron de pie,
en su habitación, temblando, llorando contenidamente. Uno de los gorilas le
hizo seña de silencio y otro movió las manos abiertas de arriba hacia abajo,
rítmicamente, para indicarle que se calmara. Otro habló. No se preocupen. Somos
elementos de seguridad nacional y no les haremos nada. Nomás cooperen.
Sentaron
a Samuel en un sillón de la salita y dos gorilas lo flanquearon. Antes de que
pudiera decir algo, uno de los que se mantuvo de pie, el que parecía de mejor
facha, medio güero, de mostacho grueso, con saco azul marino y botones dorados,
sin corbata, habló. A su derecha quedó un tipo flaco, de suéter verde claro y
lentes redonditos a la Lennon, y un sujeto un tanto frágil, el único delicado
de todo el lote. Desde este momento les aseguramos que no pasa nada, no se
preocupen. Mis hombres y su servidor no venimos a golpear, ni a secuestrar, ni
a extorsionar, ni a robar. Al contrario, venimos a traerles un beneficio…
El
cuento llega más lejos, claro, como el Chapo ahora que ¿escapó?