En uno de sus muchos y hermosos ensayos, Montaigne reflexionó sobre el dedo pulgar. Independientemente de lo que haya dicho (busquen el número 600 de la colección Sepan cuantos…, de Porrúa, y allí está ese ensayito), fue simple el mensaje del genio francés en aquel caso: todo es materia ensayable. Gracias a ese ejemplo, siempre he aceptado trazar algunas líneas sobre cualquier asunto, por mínimo que parezca. Así entonces, hoy me ocuparé del avatar, es decir, de la imagen que usamos en tuiter, en Facebook y en otros espacios como complemento de nuestro nombre. Prescindiré pues de los avatares institucionales o grupales, pues suelen usar simples logos.
Como el universo es amplio y diverso, haré una clasificación
de, al menos, diez tipos destacables de avatar. No son todos los que están ni están
todos los que etcétera. Van.
—Ordinario. Es una foto cualquiera, muy ocasional, del dueño
de la cuenta. Mira o no a la cámara, luce espontáneo y relajado. Es el más
simple de los avatares personales.
—Jocoso. Busca hacernos reír con una composición en la que
aparece el dueño de la cuenta en alguna pose chusca, disfrazado, con algún
objeto grotesco en la mano o en la cabeza. Obviamente, con frecuencia son
fallidos.
—Caricatural. Se trata del dibujo generado por algunas
páginas a partir de los rasgos que ingresamos a un programa. Suelen ser meras
aproximaciones a la realidad, versiones edulcoradas del rostro verdadero.
Algunos usan caricaturas o dibujos hechos a mano.
—Afantasmado: Es el huevito que se carga automáticamente cuando
no se añade imagen al perfil; también puede ser una imagen de un objeto o de un
paisaje cualquiera. No dice nada, sólo está allí, en el cuadro disponible, como
si el usuario no quisiera mostrar ni la más mínima seña de su identidad. Ahora
bien, cuando muestra la cara, siempre la estorba con algo: un sombrero, una
cachucha, el pelo, un acomodo de perfil muy sesgado, la mano abierta sobre el
mentón, un filtro de desafoque, lo que impide cualquier posibilidad de identificación.
—Turístico. Foto en algún sitio visiblemente conocido, como la
torre Eiffel, las pirámides, una cascada famosa. Con ella el usuario quiere
dejar claro que se ha movido en lugares importantes, que lo fundamental en su
avatar no es tanto él, sino el background.
—Tributario. En vez de una imagen personal, el usuario toma
una de un famoso, casi como si se tratara de un tributo. Firma con su nombre (“Pedro
Pérez”, por ejemplo), pero en el cuadrito aparece John Lennon, o Gandhi, o
Napoleón, o Pelé, o Pessoa, o cualquier personaje de ese calibre.
—Autoestimado. Una de las más socorridas. El usuario (aunque
es más común que sean usuarias) se toma una foto a sí mismo. La más
autestimativa es la que se toma casi de cuerpo entero, de frente o de
retaguardia, tirando un beso en los espejos de un baño público o privado.
—Oferente. No aparece la cara, pero en el caso de las
mujeres, sí un poco de teta, unas piernas cruzadas y bonitas, un cacho de tanga
asomando del pantalón o el pelo en caída libre sobre los hombros desnudos. Si
se trata de un hombre, el plexo de lavadero o unos bíceps quizá ajenos y labrados
a punta de gimnasio.
—Retrospectivo. Es la foto de una etapa notablemente pasada,
sobre todo de la niñez o la adolescencia, lo que equivale a no identificarse.