Un año después la tragedia sigue viva. La muerte atroz de 49 niños y las cicatrices de otros tantos han alimentado sostenidamente ora la indignación, ora el cinismo, ora la impunidad de muchos involucrados en el bien catalogado peor desastre del IMSS. El incendio de la guardería ABC ha provocado un mar de opiniones y eso es lo menos que se podía esperar luego de tamaño siniestro. En los días recientes, cerca del primer aniversario y seguramente hoy mismo también, el tema es casi ineludible, pues en realidad aquel infierno es un doloroso hito no en la historia del IMSS, sino de México entero.
Hoy, 5 de junio, uno de los debates públicos más agitados tiene que ver con los posibles responsables de la tragedia. Como era previsible, la culpa se difumina en un océano de papeles y en la realidad de siempre: los altos mandos jamás morderán barrote, pues para eso precisamente son altos mandos, para que no los toque nunca el castigo por lo malo, sólo el premio por lo bueno.
El caso es que hay 49 bebés muertos, muchos más heridos y otros tantos padres y familiares desgarrados por la tristeza. Ese es el caso, y en alguna parte del país deben estar los responsables de tanto sufrimiento. En la polémica para detectarlos las opiniones se entreveran y se oponen. Una de las predominantes es ubicar la culpa en las figuras de Juan Molinar Horcasitas, Daniel Karam y Eduardo Bours, ex director del IMSS, director del IMSS y ex gobernador de Sonora, respectivamente. A simple vista se ve como la salida más fácil, el linchamiento que está más al alcance de la opinión pública.
Otro pelotón de opinadores critica el facilismo de la inculpación: ¿cómo, así nomás porque eran o son los meros meros los quieren castigar? ¿Qué no existe la delegación de funciones, el reparto de las responsabilidades y, en caso de calamidades, la distribución correcta de la culpa? ¿Quién puede saber qué hacen exactamente los miles de trabajadores de un Instituto con tan abultada cantidad de personal? Nadie, ningún director del IMSS o ningún gobernador pueden saber en qué andan metidos sus miles de subordinados, así que la culpa no puede ser de ellos.
De los dos bandos, elijo un punto intermedio que se ladea al primero. Explico. La culpa tal vez no sea de los mandamases, pero la responsabilidad, sí. Los encargados directos de la supervisión física de la guardería, sus administradores, el personal de la bodega aledaña y los empleados de ese ámbito son sin duda los culpables, por negligencia directa, de la tragedia, y deberían pagar con algún castigo que incluye la cárcel, pues no se trató de un desaguisado menor, de la pérdida de unos lápices o el robo de material quirúrgico, sino de una tragedia con decenas de niños muertos y heridos en un escenario pavoroso. Eso en cuanto a la culpa.
En cuanto a la responsabilidad laboral y, lo que es más, moral, está implicada toda la cadena de mando hasta el director del IMSS. Finalmente, hay un organigrama, y ante un siniestro de tal magnitud toda una vertical de casilleros debe ser llamada a cuentas y pagar por su escalada negligencia. Del supervisor directo de las instalaciones hasta llegar, en ascenso, al mismísimo director del IMSS. Insisto que no se trató de la pérdida de unos lápices o el robo de material quirúrgico, sino de una tragedia con decenas de niños muertos y heridos en un escenario pavoroso. Eso implica a muchos, no sólo al supervisor que va y llena un formulario de verificación. Me atrevería a decir que una tragedia de esta dimensión roza el plano de lo simbólico: más allá de los culpables directos por no haber prevenido desastres de ese tipo, la cabeza es la cabeza y es simbólicamente necesaria su remoción, pues a partir de allí se establece la confianza de una investigación más apegada a la verdad.
Digamos que Bours pagó hasta donde pagan los poderosos en este país: cierta ignominia, un fin nada decoroso de su poco decoroso gobierno, la derrota de su delfín en las elecciones para gobernador, y ya. Molinar y Karam, por otro lado, siguen tan campantes, todavía en jugosas nóminas. Y a propósito de esto, vale señalar que el tamaño de la responsabilidad es equivalente al tamaño del ingreso. ¿Por qué no exigir un poco menos de caradurismo a quien gana un dineral como director? En un dato que circuló hace algunos meses en muchos diarios, se exponía que “el director general cuenta con un sueldo base de 51 mil 551 pesos y una compensación garantizada de 161 mil 639 pesos, lo que hace un total de 213 mil 190 pesos al mes”. Sueldo igual a responsabilidad. Para acabar pronto, en una empresa privada el director hubiera sido botado al siguiente día, mínimo. En la nómina del gobierno, por lo que se ve, jamás.
Hoy, 5 de junio, uno de los debates públicos más agitados tiene que ver con los posibles responsables de la tragedia. Como era previsible, la culpa se difumina en un océano de papeles y en la realidad de siempre: los altos mandos jamás morderán barrote, pues para eso precisamente son altos mandos, para que no los toque nunca el castigo por lo malo, sólo el premio por lo bueno.
El caso es que hay 49 bebés muertos, muchos más heridos y otros tantos padres y familiares desgarrados por la tristeza. Ese es el caso, y en alguna parte del país deben estar los responsables de tanto sufrimiento. En la polémica para detectarlos las opiniones se entreveran y se oponen. Una de las predominantes es ubicar la culpa en las figuras de Juan Molinar Horcasitas, Daniel Karam y Eduardo Bours, ex director del IMSS, director del IMSS y ex gobernador de Sonora, respectivamente. A simple vista se ve como la salida más fácil, el linchamiento que está más al alcance de la opinión pública.
Otro pelotón de opinadores critica el facilismo de la inculpación: ¿cómo, así nomás porque eran o son los meros meros los quieren castigar? ¿Qué no existe la delegación de funciones, el reparto de las responsabilidades y, en caso de calamidades, la distribución correcta de la culpa? ¿Quién puede saber qué hacen exactamente los miles de trabajadores de un Instituto con tan abultada cantidad de personal? Nadie, ningún director del IMSS o ningún gobernador pueden saber en qué andan metidos sus miles de subordinados, así que la culpa no puede ser de ellos.
De los dos bandos, elijo un punto intermedio que se ladea al primero. Explico. La culpa tal vez no sea de los mandamases, pero la responsabilidad, sí. Los encargados directos de la supervisión física de la guardería, sus administradores, el personal de la bodega aledaña y los empleados de ese ámbito son sin duda los culpables, por negligencia directa, de la tragedia, y deberían pagar con algún castigo que incluye la cárcel, pues no se trató de un desaguisado menor, de la pérdida de unos lápices o el robo de material quirúrgico, sino de una tragedia con decenas de niños muertos y heridos en un escenario pavoroso. Eso en cuanto a la culpa.
En cuanto a la responsabilidad laboral y, lo que es más, moral, está implicada toda la cadena de mando hasta el director del IMSS. Finalmente, hay un organigrama, y ante un siniestro de tal magnitud toda una vertical de casilleros debe ser llamada a cuentas y pagar por su escalada negligencia. Del supervisor directo de las instalaciones hasta llegar, en ascenso, al mismísimo director del IMSS. Insisto que no se trató de la pérdida de unos lápices o el robo de material quirúrgico, sino de una tragedia con decenas de niños muertos y heridos en un escenario pavoroso. Eso implica a muchos, no sólo al supervisor que va y llena un formulario de verificación. Me atrevería a decir que una tragedia de esta dimensión roza el plano de lo simbólico: más allá de los culpables directos por no haber prevenido desastres de ese tipo, la cabeza es la cabeza y es simbólicamente necesaria su remoción, pues a partir de allí se establece la confianza de una investigación más apegada a la verdad.
Digamos que Bours pagó hasta donde pagan los poderosos en este país: cierta ignominia, un fin nada decoroso de su poco decoroso gobierno, la derrota de su delfín en las elecciones para gobernador, y ya. Molinar y Karam, por otro lado, siguen tan campantes, todavía en jugosas nóminas. Y a propósito de esto, vale señalar que el tamaño de la responsabilidad es equivalente al tamaño del ingreso. ¿Por qué no exigir un poco menos de caradurismo a quien gana un dineral como director? En un dato que circuló hace algunos meses en muchos diarios, se exponía que “el director general cuenta con un sueldo base de 51 mil 551 pesos y una compensación garantizada de 161 mil 639 pesos, lo que hace un total de 213 mil 190 pesos al mes”. Sueldo igual a responsabilidad. Para acabar pronto, en una empresa privada el director hubiera sido botado al siguiente día, mínimo. En la nómina del gobierno, por lo que se ve, jamás.