domingo, febrero 07, 2010

Comer con Carlos Montemayor



El viernes en la noche presenté un libro de historia en Durango y eso me impidió estar, el sábado por la mañana, en la conferencia sobre historia, literatura y educación que ofreció Carlos Montemayor en el Teatro Alvarado de Gómez Palacio. En opinión de los que sí tuvieron ese gusto, las palabras del maestro Montemayor fueron, como es su costumbre, informadas y precisas, pensadas por una de las mentes mejor amuebladas de la literatura mexicana.
Conocido en los años recientes por sus cápsulas editoriales trasmitidas en el noticiero de López Dóriga, el maestro Montemayor es, por supuesto, mucho más que un intelectual que aparece a cuadro en horario triple A. Se trata de uno de esos pocos, contadísimos escritores mexicanos que han ramificado sus intereses hacia rutas que en apariencia parecen demasiado divergentes, pero que gracias a la vocación y al trabajo pueden coincidir en una sola inteligencia. En efecto, Montemayor es novelista, cuentista, poeta, ensayista, articulista, traductor, académico de la lengua y conferencista. Autor, entre otros, de las novelas Guerra en el paraíso, Las armas del alba y La fuga, todas vinculadas temáticamente a luchas guerrilleras mexicanas, ha publicado también cuentos (Las llaves de Urgell, Cuentos gnósticos) y varios libros de poesía (Las armas del viento, Abril y otros poemas). En cuanto a premios, ganó ya el Xavier Villaurrutia y el Juan Rulfo de París. Es miembro de la Academia Mexicana de la Lengua y políglota con dominio del inglés, italiano, francés, griego y latín. Colaborador en varios periódicos y revistas del país, nació en 1947 en Parral, Chihuahua, y radica desde hace muchos años en el DF. El año pasado ganó el premio nacional en el área de Literatura y Lingüística.
A este personaje es al que no pude escuchar ayer en el Alvarado, pero sí en la comida que le fue ofrecida en Torreón. De parte de los organizadores recibí la deferencia, aclaro que inmerecida, de ser ubicado junto al maestro Montemayor, lo que sin duda es un honor y un desafío, pues la conversación se ve forzada, ante tamaño personaje, a no ser vacua. Ayudó a mi distensión un detalle que valoro: como nos vimos hace un par de años y hace como seis conversamos en una cena, el maestro Montemayor me recibió con un gesto de generosa camaradería y charlamos, creo, gratamente.
Por esas extrañas razones que tiene la conversación no programada, en pocos minutos quedó sobre la mesa un tema fijo: Ciudad Juárez. El maestro Montemayor trajo a propósito una frase que también habla muy bien de él: que procura estar al tanto y no distanciarse nunca de su estado natal. Por eso, cuando el municipio fronterizo saltó a la plática, Carlos Montemayor bordó una explicación llena de datos y precisa pese a su espontaneidad. Con su ritmo de voz pausado, atento a los matices de la palabra y cuidadoso del sentido de todo lo que va diciendo, el escritor chihuahuense comentó que durante muchos años Juárez ha sufrido un flujo aleatorio y constante de migrantes mexicanos y centroamericanos; entre todos ellos han configurado, señaló, al menos cuarenta comunidades de grupos migrantes, lo que nos da idea de la mezcolanza de orígenes y los problemas que eso, por sí mismo, acarrea.
No lo cito textualmente, pero retuve en papelitos algunos comentarios sobre un tema que conoce al dedillo dado que además de sus labores académicas, o como parte de ellas, se ha especializado en el estudio de grupos vulnerables mexicanos, sobre todo indígenas. Observó pues que tras el levantamiento armado del EZLN en Chipas, el gobierno federal descargó en aquella entidad una sobredosis de recursos que, pese al desorden y a lo artificioso del suministro, ayudó a paliar los graves problemas económicos de la región. En contraste, Ciudad Juárez ha padecido una desatención brutal, de suerte que la construcción de su hospital más reciente, por ejemplo, data de hace 25 años. Es, pues, un municipio que ha recibido un flujo migratorio descomunal sin la respuesta urgente que eso demanda: los recursos provenientes de la federación. En otros términos, el caos de Juárez se explica por el olvido al que lo han sometido los gobiernos, principalmente el federal y, en el caso de la presente administración, por la peculiar forma en la que Calderón entiende la guerra contra el narco: sin una visión integral que ayude verdaderamente a terminar con el problema de la violencia..
Le pregunté al maestro Montemayor lo que, en este escenario, vislumbraba para el porvenir de Juárez. Tristemente, no es optimista, pues insiste en que los remedios están quedando muy rabones ante el tamaño de la enfermedad. Aunque parezca increíble e imposible, el gran escritor chihuahuense ve para la ciudad fronteriza un “deterioro mayor”. No lo dice alegre, es obvio, y nomás por eso me atrevo a soñar que se equivoque, lo cual no deja de ser eso: un simple sueño personal frente a la solidez de las evidencias que coloca sobre la conversación el escritor y académico Carlos Montemayor.
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Nota del 28 de febrero de 2010. Ha muerto hoy el maestro Montemayor. En mi columna del 7 de febrero no añadí un comentario: le pregunté si asistiría al V Congreso Internacional de la Lengua Española a celebrarse del 2 al 5 de marzo de 2010 en Valparaíso, Chile, dado que yo ya estaba acreditado como periodista y allá nos podíamos ver de nuevo. Me respondió: "Lo estoy pensando todavía, no le he decidido". Lejos, lejísimos estaba yo de saber que el maestro Montemayor padecía una enfermedad grave y que tres semanas después los sorprendería la muerte. Hoy, 28 de febrero, recibo pues dos noticias: la relacionada con el deceso del escritor chihuahuense y la suspensión, por el lamentable terremoto, del V Congreso Internacional de la Lengua Española.