miércoles, septiembre 24, 2025

La firma de Gallo













El 20 de diciembre de 1604 Juan Gallo de Andrada no podía saber que firmar un documento burocrático llevaría su nombre hasta el futuro: 421 años después abro en Torreón, de nuevo, mi Quijote y veo la “tasa”, requisito que en aquellos tiempos sin inflación galopante quedaba asentado en la primera página de los libros. Todo, incluso los precios, duraba más hace cuatro siglos.

La firma de Gallo de Andrada fue, como cualquier firma, un rayón sobre un papel, pero pasó a ser la primera puerta hacia el Quijote, el libro individual más multiplicado de la humanidad. Un acto simple y seguramente rutinario, firmar, permitió que un sujeto que hubiera pasado a la historia como fantasma sea hasta hoy el primero que nos saluda cuanto tomamos la inmensa novela cervantina.

La tasa dice lo siguiente: “Yo, Juan Gallo de Andrada, escribano de Cámara del Rey nuestro Señor, de los que residen en el su Consejo, certifico y doy fee que, habiéndose visto por los señores dél un libro intitulado El ingenioso hidalgo de la Mancha, compuesto por Miguel de Cervantes Saavedra, tasaron cada pliego del dicho libro a tres maravedís y medio; el cual tiene ochenta y tres pliegos, que al dicho precio monta el dicho libro docientos y noventa maravedís y medio, en que se ha de vender en papel, y dieron licencia para que a este precio se pueda vender, y mandaron que esta tasa se ponga al principio del dicho libro, y no se pueda vender sin ella. Y para que dello conste, di el presente en Valladolid, a veinte días del mes de diciembre de mil y seiscientos y cuatro años”, y la firma.

Este fragmento aparece bien anotado en la web del Instituto Cervantes. No está de más leerlo allí, pues ya sabemos que las anotaciones a la literatura antigua son muy útiles. Tan útiles son que gracias a ellas el Quijote ha crecido en miles y miles de libros, artículos, documentales, conferencias y mesas redondas que lo comentan y destacan sus peculiaridades, sus recursos, su infinito pozo de virtudes.

El rasgo más saliente, a mi ver, de la tasa firmada por el señor Gallo radica en el cómputo de sus pliegos y en el establecimiento de su precio en una cantidad fija de dinero. Si hubiera sabido lo que aquel libro iba a trascender, quizá su precio hubiera sido otro, más alto, no el de su mero valor en términos de papel.