sábado, agosto 29, 2020

El primo viaggio de Pigafetta












En febrero de 1519 no sólo comenzó la aventura de Cortés en la que poco después sería llamada Nueva España, sino también la expedición de Magallanes que terminaría en 1522 con el primer viaje de circunnavegación a nuestro planeta. Como sabemos, Juan Sebastián Elcano capitaneó la conclusión del emprendimiento, ya que Magallanes había muerto poco antes en Oceanía. Conocemos la crónica del “Primo viaggio intorno al globo terraqueo” escrita por el italiano Antonio Pigafetta, quien embarcó en la expedición y describió la travesía que hasta la fecha sobrevive con el título anotado entre comillas hace un par de líneas.

Estamos pues sobre el quinto centenario de uno de los acontecimientos más importantes en la historia de la civilización humana. Hasta antes de aquel viaje no se sabía con precisión el tamaño de nuestro planeta ni se conocía una ruta para navegarlo en su totalidad. Magallanes y sus hombres lo lograron, aunque es necesario aclarar que no todos los que partieron llegaron a verlo y a ameritarse por ello. Unos, la mayoría, porque murieron en tránsito, y otros, no pocos, porque en el camino se mostraron hostiles contra Magallanes ante la posibilidad de seguir embarcados (literalmente) en la locura de atravesar tantas y tan desconocidas aguas.

Partieron, como casi todos los barcos españoles de la época, de Sevilla, luego llegaron a las Canarias, después a Cabo Verde y de allí por el Atlántico hasta bordear las costas de Brasil y de Argentina. Poco después, Magallanes y sus hombres (algunos notablemente reacios a continuar) encontraron el estrecho que actualmente lleva el nombre del capitán lusitano hasta visibilizar el océano que, por tranquilo en aquel momento, bautizaron Pacífico hace exactamente 500 años. Tres meses pasaron sobre el océano más grande de la Tierra hasta que avistaron islas en Oceanía, y como consecuencia la tripulación fue mermada por el hambre y la enfermedad. Pigafetta describe que tanto el agua como el pan y todo otro alimento se habían podrido, así que debieron consumir inevitables inmundicias. Cuenta incluso que, sin más opción, comieron ratas.

Lo largo y sacrificado del viaje, una verdadera hazaña, terminó con la vida de casi todos los tripulantes. De España habían zarpado cinco barcos y 265 hombres en agosto de 1519, y a San Lúcar de Barrameda llegaron 18 en un solo barco hacia septiembre de 1522. Por suerte, entre los supervivientes estaba Pigafetta, quien había tomado nota pormenorizada de la ruta y de todas las tribulaciones ocurridas a los navegantes tanto en agua como en tierra.

Como todas o casi todas las crónicas de aquella época, la de Pigafetta es un repositorio de sorpresas. Da cuenta de los hechos, toma nota, y dado que en aquel momento todo parecía desmesurado e irreal, no falta el condimento de la fantasía, como cuando dice que un viejo piloto moluqués les contó que “en estos parajes [los archipiélagos de Oceanía] hay una isla llamada Amcheto, cuyos habitantes, tanto hombres como mujeres, no pasan de un codo de alto y que tienen las orejas tan largas como todo el cuerpo, de manera que cuando se acuestan una les sirve de colchón y la otra de frazada”.

La primera edición italiana del primo viaggio data de 1800. No es difícil conseguir hoy alguna edición en castellano.