En Perú acaba de ser
publicado Historias de camiseta (Esteban
Dublín, compilador, Micrópolis, Lima, 2019, 300 pp.), microrrelatos sobre
clubes de futbol. Yo colaboré con uno sobre el Santos Laguna. Comparto tres de
sus micros: un argentino, un español y un mexicano:
“La costumbre de sufrir”,
de Robero Perinelli: “El 4 de noviembre de 1967, Racing Club enfrentó al Celtic
escocés en el Monumental de Montevideo. Lo venció 1 a 0 con un golazo del
Chango Cárdenas, quien disparó desde una distancia aproximada de treinta metros
del arco y metió la pelota casi en un ángulo. Por ese resultado feliz, Racing
fue el primer equipo argentino en consagrarse campeón del mundo. Cada tanto,
casi siempre en los aniversarios, la televisión suele pasar las imágenes de ese
gol, en un blanco y negro borroso, poco definido. Yo miro la pantalla con
recelo, de pie, frente al aparato y temblando de miedo, porque sé, siendo
hincha de Racing, que este año o el año que viene, alguna vez ocurrirá que el
chutazo de Cárdenas se va a estrellar contra el travesaño”.
“Sueños y pesadillas”, de
Miguel Ángel Molina: “En el Estadio Da Luz, el reloj avanza frenético para
ellos, parsimonioso para nosotros. 65 000 espectadores observan divididos cómo
ellos, los favoritos, atacan desesperados, mientras que los nuestros defienden
exhaustos su mínima ventaja. Hasta que llega el minuto 93 y el córner que puede
voltear la final. Lo lanzan y el central del otro equipo salta buscando el
remate definitivo. Pero esta vez despeja hacia su portería, permitiéndonos
armar la contra y sentenciar el partido. Tras el 2-0 llega el pitido final. Un
fantasma de trece letras, llamado Schwarzenbeck, desaparece para siempre de las
pesadillas de miles de personas”.
“Cámara lenta”, de Alejandro
Badillo: “Aquel fanático del Veracruz mira en el televisor cómo la pelota
impacta el poste derecho de la portería rival, coquetea con la línea de meta y,
después de un angustioso instante, llega a la red a pesar del lance del portero.
Algarabía, fuegos artificiales y el trofeo del campeonato. El hombre, enfundado
en su playera roja, contempla todas las noches, desde hace varios años, la
misma escena en un ritual sudoroso y enfebrecido. Pulsa el botón de pausa,
regresa la acción y echa a andar en cámara lenta toda la historia para
disfrutar la celebración de sus héroes. En algunas ocasiones la estirada del
portero es efectiva y evita el gol. Entonces el hombre regresa una y otra vez
la secuencia hasta que la pelota cruza la meta y vuelven la algarabía, los
fuegos artificiales y el trofeo del campeonato”.