Un intento de semblanza muy resumido de Luis Fernando Lara
Ramos debe consignar que nació el 20 de marzo de 1943 en la Ciudad de México, que
es licenciado en lengua y literatura española por la UNAM y doctor en
lingüística y literatura hispánicas por el Colegio de México, que ha publicado numerosos
artículos de investigación en revistas especializadas además de varios libros como, entre otros, Diccionario del español usual en
México, Teoría del diccionario monolingüe, Estructuras sintácticas 40
años después, Ensayos de teoría semántica. Lengua natural y lenguajes
científicos, Lengua histórica y normatividad, De la definición
lexicográfica, Curso de lexicología, Diccionario del español de
México e Historia mínima de la
lengua española.
Lo anterior es pues, apenas, el esbozo de una trayectoria
vinculada cabalmente, como podemos apreciar, con el estudio de nuestra lengua,
trabajo por el que ingresó a El Colegio Nacional en 2007 y donde hace poco publicó
uno más de sus títulos: Herencia léxica
del español de México (ECN, México, 2018, 119 pp.). Es un libro pequeño, y
por ello aparece en la colección Opúsculos (“opúsculo” significa precisamente
“obra pequeña”), pero sumamente valioso para saber de dónde viene el léxico, es
decir las palabras, que usamos los mexicanos en la conversación y en la
escritura de todos los días.
Se trata en suma de un ensayo divulgativo, ideal para
acceder, así sea con trazos muy generales, al diccionario español. Con
abundantes ejemplos de palabras en movimiento, como no podía ser de otra
manera, Lara Ramos explica de qué lugares y lenguas se ha nutrido el español.
Por supuesto, consigna que el latín fue su matriz principal, pero no deja de
recordarnos que nuestra lengua también tiene voces provenientes del griego y,
en menor medida, de las lenguas llamadas prerrománicas, es decir, las que se
hablaban en la península ibérica antes de la llegada de los romanos. Así,
lentamente, la caída del imperio fue cuajando otra lengua derivada del latín,
luego influida por los visigodos y después, en mayor medida, por los árabes, lengua (me refiero a la castellana) que a la postre fue la que trajeron hacia América los primeros españoles que
cruzaron el Atlántico. Ya acá, en la Nueva España, nuestra lengua engordó con
abundantes palabras amerindias hasta llegar al español de hoy, poblado además,
sobre todo, de galicismos y anglicismos.
Este sobrevuelo apenas traza la silueta (galicismo, por cierto) de un libro harto interesante y
grato. Por ello, leerlo es mejor que intuirlo en los anteriores párrafos.