Como muchos otros problemas sociales, el de la migración ha
sido invisibilizado. Borrar o minimizar la información sobre un asunto es,
visto desde el poder, impedir que alcance una solución satisfactoria para los
afectados. De ahí la importancia de dar voz, de exponer por cualquier medio una
demanda que a la postre viabilice posibles soluciones.
Ruta de paso, libro pensado y escrito por los
laguneros Fernando de la Vara y Jorge Martínez, es un aporte desde ya
fundamental a la atención que en La Laguna demanda el tránsito de migrantes en
plenitud de adversidad, hombres, mujeres y hasta niños que desde Centroamérica
buscan llegar a suelo norteamericano con la ilusión de mejorar sus condiciones
de vida. Todo, para ellos, es contracorriente, obstáculo y peligro. Los días,
las semanas y en ocasiones los meses que deben pasar avanzando a cuentagotas
hacen de la travesía un via crucis literal, sin metáfora: la cruz que cargan es
su pobreza y el martirio en el camino son los golpes, el hambre, el frío o el
calor, y en no pocos casos el hachazo de la muerte.
El libro es un documento periodístico pero no dejó de
asombrarme lo bien escrito de sus páginas, detalle no menor porque permite que
el relato de las calamidades que contiene no se vea obstruido por
anfractuosidades de estilo o barroquismos imprudentes. Su desarrollo es limpio,
ágil, penetrante y espeso de información no sólo estadística, sino vivencial.
De la Vara y Martínez han logrado articular un cuadro breve y contundente (no
le digo denuncia para no sonar
panfletario) sobre el migrante que se las ve con La Laguna, que llega a nuestra
tierra y debe, aquí, tomar un respiro nunca cómodo para continuar luego su
viaje a lo desconocido.
El libro fue compuesto con dos secciones introductorias
tituladas “Sobre Ruta de paso” y “Un
contexto de violencia”, donde grosso modo
explican las motivaciones del proyecto y sus generalidades, además del clima de
violencia desbordada (todavía no extinto) que ha padecido nuestra región desde
hace ya cerca de quince años, del calderonato a la fecha. Luego, prosigue con
cinco notables piezas que en lo genérico fluctúan entre la crónica, la
entrevista y el reportaje. En ellas, los autores dan voz, y en este sentido
visibilizan, a varios migrantes que despliegan ante nuestros ojos la barbarie
de la que vienen, la barbarie que viven y posiblemente la barbarie a la que
llegaron.
Digo que las piezas fundamentales de Ruta de paso destacan, no podía no ser así, lo periodístico, pero
no por ello prescinden del detalle literario. Por ejemplo, para cerrar una de
ellas, De la Vara describe sus madrugadas como residente del centro de Torreón;
este pequeño toque de lirismo no es innecesario, ya que se suma a los trazos
sobre el horror vividos por el migrante: “Hay un momento de la noche —escribe
De la Vara— en que el pitido del tren, sofocado la mayor parte del tiempo por
los ruidos diurnos y de la madrugada joven, inunda las calles. Cada que se deja
escuchar la culebra de acero, me pregunto cuántos migrantes vienen en la cima,
y la ciudad de las noches largas responde con su silencio”.
Ruta de paso, en suma, es un libro que nos
descoloca, pues su información nos deja ver lo mucho que hemos sido
indiferentes a una crisis que más allá de las cifras atraviesa y despedaza
vidas humanas. Puede ser por ello un buen detonador de nuestra inquietud sobre
el problema o más, si es posible: de nuestra solidaridad.
Comarca Lagunera, 30, agosto y 2019
Ruta de paso, Fernando de la Vara y Jorge Martínez,
Astillero, Torreón, 2019, 89 pp. Texto leído en la presentación del libro celebrada en
El Astillero Librería el 30 de agosto de 2019. Participamos los autores, Ruth
Castro (quien cuidó la edición) y yo.